Rezando con los Salmos: VIERNES SANTO.

A 4158

SALMO 30 (31)

Junto conmigo, os invito a que lo recéis, contempléis, “rumiéis” interiormente y lo viváis… ¡con vuestra Biblia en las manos! 

Este Salmo es una súplica individual, en la cual se entrecruza también la acción de gracias. Por ello, no sabemos claramente si la confianza expresada por el salmista, está ligada a otra liberación precedente, o si es la convicción absoluta del mismo por haber sido ya escuchado por el Señor en el momento actual. Sea la que sea la acertada, no podemos negar que el Salmo expresa y refuerza la súplica confiada y la constatación del auxilio divino.

Versículos 2-9: un hombre acusado y perseguido injusta e inocentemente, se pone en manos de Dios (v. 6) y le ruega que lo salve, casi como un grito y lamento, con 7 peticiones: “sálvame”, “inclina el oído”, “ven de prisa”, “sé Tú mi Roca”, “sácame”, “guíame”, “rescátame”.

Versículos 10-19: hay súplica confiada junto con la descripción de los sufrimientos de ese hombre, en manos de sus enemigos, y aparece también el deseo de que el Señor cambie el destino de este sufriente y de sus malvados.

Versículos 20-25: el salmista termina, finalmente, constatando la presencia y acción divinas. Expresa su acción de gracias y su reconocimiento al Señor, por comprobar su protección y verse librado del peligro.

Ahora bien, este Salmo es otro más en clave cristológica: nos habla esencialmente de JESUCRISTO. Solamente ÉL es el inocente, el perseguido, el acusado por sus enemigos: el demonio con el mal, y con quienes lo representan y actualizan. Con y en Cristo, este Salmo también nos habla de los inocentes sufrientes, perseguidos y martirizados, de todos los tiempos y lugares. Nos habla de ese inocente y martirial “silencio de los corderos”… millones… como CRISTO, EL CORDERO DE DIOS, SIN MANCHA NI ARRUGA…

El SALMO éste identifica a JESÚS. Las palabras de sus versículos son las de los labios del Señor. ÉL es EL sufriente, inocente, injusto sufriente. ÉL es el agonizante –durante su Pasión y Crucifixión- pero es todo esto con y desde una clave: la CONFIANZA en el PADRE. No es un Salmo que hable de la desesperación de Jesucristo. Ni del fracaso ni de la derrota suyas. Ciertamente sufre hasta el extremo, e infinitamente. Pero sufre con y desde la CONFIANZA y el AMOR, y con la certeza de que Su PADRE hará brillar la Luz de Su Rostro sobre su Hijo amado, lo resucitará y nos hará conocer que su sacrificio, entrega y muerte, tienen un sentido y fecundidad. CRISTO sufre y muere como VICARIO nuestro, pero RESUCITA, como nuestra primicia y adelanto. MUERTE y RESURRECCIÓN POR y PARA NOSOTROS, EN FAVOR NUESTRO.

Junto con este SALMO, os recomiendo e invito a que os acerquéis y zambulláis también en el CÁNTICO DEL SIERVO DOLIENTE del PROFETA ISAÍAS, en el “Antiguo Testamento”. ¡No os arrepentiréis de hacerlo!

¡Oh, soledad, donde se unen los dos misterios: el de la iniquidad y el de la piedad divina!

Donde Jesús deposita todo el pecado del mundo en el Amor de Dios, sin medida.

La muerte se apodera de la Vida, los Hombres crucifican a su Dios, la Gloria es ultrajada, la Verdad por la mentira es sofocada…

El misterio de iniquidad crece y se cree que ha ganado la partida…

Pero lo débil de Dios es más fuerte que los Hombres, la Gracia vale más que la vida, la Carne de Cristo exánime, plena del Espíritu, estalla a los tres días, rebosante de Luz, Amor y Vida.

¡Oh, soledad, donde se unen los dos misterios: el de la iniquidad y el de la piedad divina!

Donde Jesús deposita todo el pecado del mundo en el Amor de Dios, sin medida.

En este día tan señalado y con ¡TANTO! contenido sustancioso, os dejo con un maravilloso texto, de la PATRÍSTICA de los primeros tiempos de la Iglesia:

“Si entregar el espíritu es lo mismo que morir, no hay que darle vueltas a lo que se dice aquí: que “exhaló su espíritu”. Ahora bien, como la muerte no es otra cosa que la separación del alma y el cuerpo, examinemos si morir sin más es una cosa, y otra encomendar el espíritu en las manos de Dios. Morir es cosa de todo Hombre, clamar con una fuerte voz y exhalar de ese modo el espíritu, que es encomendar el espíritu en las Manos de Dios, no lo hacen más que los Santos, que se prepararon para Dios con las buenas obras, como CRISTO, de modo que al dejar el mundo pueden, confiadamente, encomendarse en las Manos de Dios. Por tanto, si entendemos esto, démonos prisa en cambiar nuestra vida, para que también nosotros –en la hora de nuestra muerte- podamos inclinar la cabeza y entregar el espíritu como JESÚS, que inclinó la cabeza y murió como descansando en el Seno del Padre.”

(ORÍGENES: “Serie de Comentarios de Mateo- 138”).

Hasta la próxima, amigos.

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