Rezando con los Salmos

¡¡DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO!!

¡¡HA RESUCITADO!!

NO BUSQUÉIS ENTRE LOS MUERTOS: ¡¡CRISTO VIVE!!

SALMO 117 (118)

«¡Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia!

¡Diga la casa de Israel: que es eterno su amor! ¡Diga la casa de Aarón: que es eterno su amor! ¡Digan los fieles del Señor: que es eterno su amor!

En mi angustia grité al Señor, Él me respondió y me dio respiro. El Señor está conmigo, no tengo miedo: ¿qué puede hacerme el Hombre?

El Señor está entre los que me ayudan, y yo desafío a los que me odian.

Mejor es refugiarse en el Señor, que confiar en los Hombres; mejor es refugiarse en el Señor, que confiar en los magnates.

Me rodeaban todos los gentiles: en el nombre del Señor los derroté; me rodeaban, me asediaban: en el nombre del Señor los derroté. Me rodeaban como avispas, ardían como fuego en las zarzas: en el nombre del Señor los derroté.

Me empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó. Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación.

Hay gritos y cantos de júbilo y salvación, en las tiendas de los justos: ¡La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es magnífica, la diestra del Seños hace proezas!

No, no he de morir: viviré, y contaré las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.

¡Abridme las puertas del triunfo: entraré por ellas y daré gracias a Su Nombre! ¡Aquí está la puerta del Señor, por ella entrarán los vencedores!

¡Te doy gracias, porque me escuchaste, y fuiste mi salvación!

La piedra que los constructores desecharon, ahora es la piedra angular. Ésta ha sido la obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos.

¡Éste es el día que hizo el Señor: exultemos y gocémonos en Él!

El Señor da la salvación. El Señor da la prosperidad. ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor! Desde la Casa del Señor, os bendecimos. El Señor es Dios, Él nos ilumina.

¡Ordenad una procesión con ramos, hasta los ángulos del altar! ¡Tú eres mi Dios, yo te doy gracias Dios mío, yo te ensalzo!

¡Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su misericordia!”

Este SALMO evoca la historia de la victoria de un Rey, e incluye una liturgia de acción de gracias. Este Rey -o quizás el pueblo entero (simbolizado en ese Rey)- tuvieron que librar una fuerte batalla contra el enemigo. Un combate recio, intenso y con mucho peligro, incluso de perder la vida. En medio de esta vorágine, acudieron al auxilio del Señor y Él mostró su poder.

Por eso la celebración festiva del acontecimiento, y la acción de gracias. Ello implica ir al templo, en procesión jubilosa y gratificante. Todos concurren y todos se unen a la fiesta, al canto, y a la alegre gratitud.

Una vez más, el Señor se ha hecho presente, con su poder y su salvación. Dios ha bendecido con la victoria, al débil y sufriente, y lo ha liberado, le ha devuelto la vida. Dios es Dios, y así lo reconoce el pueblo en este Salmo, celebrando esa certeza y transmitiéndola, de generación en generación.

Día de fiesta, tras el peligro, la debilidad, la “derrota” y la “muerte”. Nuevamente, el israelita descubre, vive, siente, reza y canta, el AMOR misericordioso, fiel, eterno y todopoderoso de DIOS. Y lo agradece y celebra. Un Dios que no se amedrenta frente a los enemigos, y que nunca abandona en las manos de éstos, a los suyos: el mal, el maligno, los malos, siempre son derrotados por Dios.

Ahora bien, como todos los SALMOS, éste también tiene una dimensión y significación cristológica. Y así lo ha “leído”, rezado, cantado, sentido, vivido y celebrado siempre la Iglesia. Hasta nuestros días.

Esta lucha y victoria, son las de JESUCRISTO, con Su MISTERIO PASCUAL de PASIÓN, MUERTE y RESURRECCIÓN. Éste fue, es y será el Kerigma esencial a recordar, transmitir, vivir y celebrar. Siempre. Esto es LO ESENCIAL.

JESUCRISTO, que ES DIOS ENCARNADO, HECHO HOMBRE, sufrió y murió. Padeció todas las consecuencias y horrores del mal y del maligno. Pero, las Sagradas Escrituras (ya lo presagiaban en el “Antiguo Testamento”) nos hablan de la victoria de JESÚS sobre todo ello: en los Evangelios –con testigos y testimonios de esto- y a lo largo de la Historia, y del “Nuevo Testamento”. En, con y por CRISTO, DIOS nuevamente se manifiesta y se confirma como DIOS, no sólo por el Misterio inefable de la ENCARNACIÓN (que es realmente el inicio, la matriz, el útero del MISTERIO PASCUAL), sino porque la PASIÓN y MUERTE DE JESÚS, son traspasadas, trastocadas, transformadas en y por la RESURRECCIÓN.

Volvemos a encontrarnos, a “toparnos” con un DIOS JESUCRISTO que no se “para” ante el mal, el pecado y la muerte: los “toca”, los asume, los sufre… pero los “perfora” traspasándolos y transformándolos: RESUCITA. Otra vez, comprobamos que su AMOR es infinitamente misericordioso, fiel y eterno, seamos como seamos, hagamos lo que hagamos. La MISERIA HUMANA: mal, pecado, dolor y muerte, son realmente el “trono” reinante de la MISERICORDIA DIVINA.

Ciertamente, la capacidad de pecar del Hombre es enorme.

Pero, absoluta, cierta y contundentemente eso se confronta con la INFINITA CAPACIDAD DE AMAR DE DIOS.

EL AMOR DE DIOS VA “MÁS ALLÁ” DE NUESTRA CAPACIDAD DE PECAR. NO SE “PARA” NI TERMINA EN ELLA.

El MISTERIO PASCUAL, CON LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO, NOS CONFIRMA ESTO.

Hemos sido rescatados a precio de la Sangre de Cristo. Y hemos sido transformados por su Resurrección. Tenemos la plenitud del regalo que DIOS hace de Sí mismo: CRISTO DOLIENTE, MUERTO y RESUCITADO.

CRISTO, rechazado, sufriente, inocente, condenado y matado, como esa piedra no apta para la construcción (de la que habla el Salmo), ha sido exaltado por su Resurrección, y puesto como la piedra angular.

CRISTO RESUCITADO es quien exclama lo que dice el Salmo: ¡”no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor”! Y los TESTIGOS de su RESURRECCIÓN (María Magdalena, otras mujeres, la Virgen María, Pedro y Juan, los Apóstoles, la comunidad cristiana primitiva) vieron y creyeron la hazaña divina de la Resurrección, y no se lo callaron: lo divulgaron y lo vivieron. Nosotros también entramos en esta dinámica, estamos llamados a recordar, transmitir, celebrar y vivir esta hazaña del Señor, y contagiarla a todos: la RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO.

¡¡ÉSTE ES EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR!!

¡SEA NUESTRA ALEGRÍA!!

Cristo ha resucitado. ¡Aleluia!

Y la Humanidad, envejecida en el abismo, surge por Él cual niña renacida en su Bautismo.

El Padre, gozoso, con su Mano lo bendice, y Jesús, jubiloso, a su vez le dice: ¡he resucitado y aún estoy Contigo!

Mira, oh Padre, ya no estoy solo.

¡La Humanidad viene Conmigo!

Como muestran mis llagas que, de nuestro Amor, son testigo.

Cristo ha resucitado. ¡Aleluia!

Y la Humanidad, envejecida en el abismo, surge por Él cual niña renacida en su Bautismo.

Como ya lo hice en otra ocasión, también ahora os dejo con un maravilloso texto de la PATRÍSTICA, con toda esa riqueza de aquellos PADRES DE LA IGLESIA que tanto la han fecundado:

“¡Éste es el día en que actuó el Señor. Alegrémonos y gocemos con Él! Aquel día no se refiere al curso del sol, sino a las acciones insignes que se hicieron en él. (…)

¿Qué se puede comparar con ese día en que se obró la reconciliación de Dios con los Hombres, y se puso fin al combate prolongado, y la tierra alcanzó el cielo, y los Hombres indignos de la tierra aparecieron como dignos del Reino, y las primicias de nuestra naturaleza se colocaron más arriba de los cielos, y se abrió el paraíso, y recibimos la antigua patria, y desapareció la maldición, y se desligó el pecado, y quienes fueron castigados por la Ley recibieron la Salvación sin la Ley, y toda la tierra y el mar conoció a su Señor, y otros innumerables hechos que no podemos alcanzar con la palabra?

Por eso el Profeta, considerando todas estas cosas, las atribuye todas a Dios, mostrando que todas han sido hechas por Dios.”

(SAN JUAN CRISÓSTOMO: “Comentarios a los Salmos 117; 5,8 y 6,1”).

Os deseo a todos vosotros, una alegre, serena, profunda y fecunda PASCUA DE RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO.

Hasta la próxima, amigos.

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