Rezando con los Salmos: JUEVES SANTO.

SALMOS 114, 115 y 116

Estos 3 Salmos, del “Antiguo Testamento”, están presentes -latiendo y nutriendo- toda la Liturgia, contemplación y vivencia del Misterio de Cristo en este Triduo Pascual. Son la savia y sustancia subyacentes de lo que vivimos y celebramos, en estos días santos y llenos de la Gracia y Salvación de Dios. Por eso los he elegido para mi publicación de este Jueves Santo: el día en que JESÚS instituye el infinito-triple regalo de su Presencia y Amor:

la EUCARISTÍA, el SACERDOCIO y el MANDAMIENTO NUEVO.

No voy a transcribiros acá el texto de estos 3 Salmos, pero os exhorto a que los leáis, contempléis, “rumiéis” interiormente y viváis, con vuestra Biblia en la mano, ojos, cabeza, alma y corazón. ¡No dejéis de leerlos!

El SALMO 115 forma una unidad temática y lingüística con el SALMO 114. Es más aún: en la versión hebrea del mismo, constituye un único Salmo: el SALMO 116. Los 3 son sustancial/esencialmente inseparables. En conjunto, nos “hablan” del MISTERIO PASCUAL DE JESUCRISTO: PASIÓN, MUERTE y RESURRECCIÓN. ¡Sí, aunque sean del “Antiguo Testamento”! Ya anuncian, presagian y “comprimen” el latido y certeza del SIERVO DOLIENTE, la VÍCTIMA INMOLADA, con SU RESURRECCIÓN.

El SALMO 115 es un canto de acción de gracias individual, que forma el 4to. Himno del “Hallel pascual”. En la liturgia judía es usado en la comida de Pascua o Seder, en la primera noche de la fiesta de Pascua. JESÚS mismo lo cantó, junto con sus discípulos, antes de marchar al Huerto de los olivos.

En el SALMO 115 destaca el aspecto sacrificial. En el 114, destaca la dimensión orante. Pero ambos están ligados por el tema de lo sacrificial, como recuerdo y certeza, junto con la convicción real de que eso es superado. El Siervo Doliente, no será sólo sacrificio y oblación, será también una nueva vida.

Ambos Salmos son eminentemente cristológicos, y se enriquecen con y por el SALMO 116 en el cual, la faceta de sacrificio-dolor-muerte va de la mano de la otra verdad –cierta y contundente- del Misterio Pascual: la VIDA que brota de la muerte.

Son 3 Salmos que van a la esencia y médula de lo que es y celebra la Semana Santa; van al “caracú” y meollo del Misterio Pascual: los sufrimientos de Cristo –y de todos los que como Él padecen en este mundo-, incluso la misma muerte, no son unos dolores definitivos ni una muerte para siempre.

¡CRISTO LOS DESTRUYE y LOS TRASCIENDE PARA SIEMPRE y PARA TODA LA CONDICIÓN HUMANA, PORQUE ÉL ES DIOS, PERO HECHO HOMBRE!

Si bien son Salmos del “Antiguo Testamento”, son textos implícitos e inmersos ya en el “Nuevo Testamento”, porque nos están abonando la esencia del Kerigma: CRISTO MUERTO y RESUCITADO. Y en esta perspectiva, certeza y vivencia es cómo debemos siempre rezarlos. El objetivo y sustancia de la Persona de Jesucristo y de su Misterio Pascual, no son los clavos de la Cruz, ni siquiera sus llagas ni tormento. Lo sustancial y la meta de todo ello es: el AMOR de un DIOS VIVIENTE y SALVADOR.

CRISTO es el CORDERO PASCUAL inmolado por nosotros. Su gesto “tocable” de la Cruz ya lo adelanta en la Última Cena: bendice, parte y reparte el pan; bendice y reza la acción de gracias con el vino, y pasa la copa; mientras nos dice –y la Iglesia hace Memoria y repite tras más de 2000 años- sus palabras, que confirman y sellan lo que luego visibiliza en la Cruz: ese pan es Su Cuerpo entregado y ese vino es Su Sangre derramada por todos nosotros. ÉL es quien alza la verdadera Copa de la Salvación y ÉL es quien realiza el verdadero sacrificio de alabanza y acción de gracias. ÉL es el Sumo y Eterno y Único Sacerdote.

Esa noche de la Santa Cena, JESÚS instituye una NUEVA ALIANZA.

Esta Alianza no es sólo con, en y por Él: es para ser vivida en la COMUNIÓN con los demás. Nos compromete a amarnos y vivir ese amor de unión y salvación, con nuestros hermanos. Por eso JESÚS nos obsequia el MANDAMIENTO NUEVO: AMAR A TODOS, COMO ÉL NOS AMA. Para vivir esto, porque somos humanos –débiles y pecadores- necesitamos la EUCARISTÍA (CRISTO REAL y VIVO CON y EN NOSOTROS). Y necesitamos perpetuar este regalo: por eso el SACERDOCIO MINISTERIAL.

DIOS mismo se nos anonada, sólo por AMOR. Nos ama tan infinitamente que nos acompaña en todas nuestras batallas, como alimento que nos sostiene. Está en y con nosotros en la EUCARISTÍA para recordarnos también que la vida es para entregarla, para servir a los demás, para inmolarse por ellos. En, con y por CRISTO formamos un “mi” Cuerpo que es la IGLESIA y –con/por ella- es también la HUMANIDAD toda.

“Lo llamó cáliz de bendición porque, cuando nosotros lo sostenemos en nuestras manos, lo celebramos, nos admiramos y nos maravillamos del regalo indecible, bendiciéndolo porque se derramó para que no permaneciéramos en el error; y no sólo se derramó, sino que también lo compartió con todos nosotros… ¿Qué puede haber más amable que esto? Es lo que hacen los enamorados…

Así como el pan, formado de muchos granos, está unificado de forma que no se ven los granos separados, así también nosotros estamos unidos entre nosotros y con Cristo. Y, si todos nosotros somos alimentados por la misma fuente y nos volvemos una sola cosa con Él: ¿por qué no mostramos una misma Caridad y, por esta razón, nos volvemos una sola cosa también?”

(SAN JUAN CRISÓSTOMO: “Homilías sobre la 1ª Carta a los Corintios 24, 3-4”).

Silencioso, sereno, bendito y fecundo JUEVES SANTO para todos vosotros.

Hasta la próxima, amigos.

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