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SALMO 145 (146)
“¡Aleluya!
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
¡Aleluya!”
Otro bellísimo SALMO, en lo estilístico, literario y poético. Y muy arraigado, presente y familiar en la Liturgia de la Iglesia y la Oración de los fieles. Podría decirse que, es un texto bíblico muy popular.
Este SALMO –como todos los otros- está –y así debe ser leído y rezado- en clave CRISTOLÓGICA y, además, posee un rico y profundo contenido teológico-espiritual, y muy cargado de símbolos.
Es un texto muy PASCUAL, porque nos anima a la ALABANZA, EXALTACIÓN y RECONOCIMIENTO de DIOS y SU OBRAR. Un DIOS que es SALVACIÓN, AMOR y FIDELIDAD PERFECTAS. Manifestadas plenamente en el Misterio Pascual de PASIÓN, MUERTE y RESURRECCIÓN de JESUCRISTO.
¡¡TODO DIOS ESTÁ ALLÍ… y PARA SIEMPRE!!
CON y EN EL ¡¡¡BUEN PASTOR!!! QUE ES ¡¡¡JESÚS!!!
De cara a este CRISTO PASTOR – PASCUA DE AMOR: ¿no será conveniente “rendirse”?… ¿no convendrá “someterse” a Él –en humildad, obediencia, confianza y amor?- ¿no será ya imprescindiblemente esencial, para nosotros, vivir para Él y servirle?… ¿no será que sólo Él tiene toda, la real y buena, “clave” para que seamos DICHOSOS?…
El SALMO nos habla de esas “confianzas” absolutas y “ancladas” que arraigamos –como salvación- en “seres de polvo”: personas, cosas, realidades humanas, materiales, temporales, relativas, volubles, imperfectas, inconstantes, fortuitas, perecederas… Frente a ello, el Salmista nos habla de DIOS COMO DIOS, Creador, fiel, perpetuo, estable, fuerte, justo, misericordioso, liberador, “médico” del alma y cuerpo del Hombre, protector, compasivo… e, incluso, capaz de “trastornar el camino de los malvados”. ¡¡ESTE DIOS –MANIFESTADO PLENAMENTE EN CRISTO- ES DIOS!! Así como en el Génesis, pudimos reconocer a Adán y Eva como compañeros y como Imagen y Semejanza divinas, así también nosotros podemos reconocer en JESUCRISTO SUFRIENTE, MUERTO y RESUCITADO:
¡¡ÉSTE SÍ QUE REALMENTE ES DIOS!!
Quizás, al rezar este SALMO, sería oportuno que nos preguntáramos si estamos –realmente- en esta “sintonía” y “onda”- o cuáles/qué/quiénes son nuestros “seres de polvo”; cuáles/qué/quiénes son nuestras confianzas y seguridades; cuáles/qué/quiénes son nuestros salvadores y “médicos”… y pastores…
cuál/cuáles/qué/quiénes son nuestro absoluto… nuestro esencial…
cuál/cuáles/qué/quiénes son nuestro dios o dioses…
Porque JESÚS, en el Evangelio nos recuerda que:
“Donde está puesto tu tesoro, allí está puesto tu corazón.”
Pero aún hay más en este SALMO: esa PRESENCIA REAL y VIVA de JESUCRISTO es EN y DESDE nuestro interior. Su “toque” no es una “pincelada” ni un “barniz” ni “retoque” ni “arreglo”, ni un mero perdón ni un “cariño”. JESÚS NO NOS PASA “POR FUERA”. No hace un “gesto” con su Misterio Pascual. Ese DIOS JESUCRISTO ES TAN PODEROSAMENTE DIOS QUE PUEDE “TRASPASAR” –EN SÍ MISMO- AL HOMBRE PECADOR, ENFERMO y DÉBIL, y TRANSFORMARLO POR SU MISTERIO PASCUAL. Por eso, este DIOS JESUCRISTO puede: liberarnos de nuestras cautividades; abrir nuestras cegueras; enderezar nuestras torceduras y desviaciones… alimentarnos, con la Eucaristía y su Palabra… protegernos y acompañarnos en nuestro peregrinaje existencial… encargarse de nosotros en nuestras orfandades y viudeces… ÉL PUEDE ¡¡curarnos, salvarnos, hacernos nuevos!! ¡¡desde dentro!! No como un agregado. No. Sino, desde nuestra propia condición humana en Su Humanidad, asumida como Verbo e Hijo de Dios.
¡¡Sólo ÉL puede hacerlo!!
Todo y todos los demás: “son seres de polvo”.
Por eso, y conforme a eso, es que podemos rezar, cantar, gritar, anunciar, compartir, vivir… bailar con este SALMO, que…:
“El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
¡Aleluya!”
Hasta la próxima, amigos.