REZANDO CON LOS SALMOS, EN TIEMPO PASCUAL

(3)

¡¡De tu Cruz, oh Cristo, brota la verdadera y plena LUZ!!

SALMO 146 (147,1-11)

“¡Aleluya!

Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén; reúne a los deportados de Israel;

Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,

a cada una la llama por su nombre.

Nuestro Señor es grande y poderoso, su Sabiduría no tiene medida.

El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,

tocad la cítara para nuestro Dios, que cubre el cielo de nubes,

preparando la lluvia para la tierra; que hace brotar hierba en los montes,

para los que sirven al hombre;

que da alimento al ganado y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos, no estima los jarretes del Hombre:

el Señor aprecia a sus fieles, que confían en su Misericordia.”

He elegido este SALMO, porque no tiene desperdicio. Cada versículo es una joya. Por eso decidí hoy, pascualmente, compartirlo con vosotros.

Los seres humanos somos muy propensos a prodigarnos –y derretirnos- en y ante los elogios emitidos, y también los recibidos. ¡Nos encanta “lamer” la “oreja” de los que nos gustan, nos caen bien, nos favorecen, nos quieren y queremos…! Somos muy rápidos y fáciles, y hasta intensos –por no decir, también fanáticos- en esto de los aplausos, vítores, alabanzas y piropos. Somos unos “hooligans” en estos “asuntitos”.

Ahora bien: ¿y con DIOS qué tal?… ¿Somos personas de ORACIÓN de ALABANZA y ACCIÓN DE GRACIAS hacia DIOS?…

Si hay algo que este SALMO nos “desmenuza” bastante es ¡¡TODO ESO DE MUCHÍSIMO!! que DIOS nos regaló, regala y regalará siempre… sin nuestro merecimiento, por supuesto. Sólo por AMOR.

DIOS ES GRATUIDAD INFINITA. Es un DIOS que SIEMPRE sana los corazones destrozados: al HOMBRE DESTROZADO. Y lo hace EN SÍ MISMO con y por su MISTERIO de PASIÓN, MUERTE y RESURRECCIÓN.

Es un DIOS que nos ha dado TODO, no sólo en lo espiritual, sino también en lo material: ¡¡la CREACIÓN nos recuerda este REGALO de DIOS!!… ¿Cómo somos con ella?… ¿Qué hacemos con y por TODO eso que ÉL nos ha regalado en tantos bienes creados, naturales y humanos?… ¿Respetamos, CUIDAMOS, encauzamos, amamos todo eso?… DIOS ES TAN DIOS que ¡¡hasta de los cuervos se ocupa… y hace llover sobre buenos y malos!!… ¿Respetamos, CUIDAMOS, promovemos el orden natural, la ley natural?… Realmente, todo lo que necesitamos, para vivir dignamente como PERSONAS: ¡¡DIOS lo ha puesto “ahí”!! Pero no solamente para mí, sino para TODOS mis HERMANOS. Los bienes de esta tierra –materiales y espirituales- tienen una DIMENSIÓN SOCIAL, una DESTINACIÓN UNIVERSAL. Solamente cuando vivimos esto así, estamos ALABANDO, ADORANDO, GLORIFICANDO a DIOS con nuestra vida, y no sólo con nuestras palabras orantes. Nuestra PERSONA y VIDA se convierten, así, en ORACIÓN y LITURGIA… Somos, de esta manera, esos TEMPLOS VIVIENTES de los cuales brota el INCIENSO de ALABANZA y ACCIÓN DE GRACIAS.

¡¡CELEBRAMOS y VIVIMOS, CON TODO LO CREADO, A CRISTO RESUCITADO: PLENITUD DEL HOMBRE y DE TODO LO CREADO!!

Vivamos así, pero sin estridencias ni desmesuras, ni atribuyéndonos méritos ni logros ni trofeos personales. No estamos haciendo nada extraordinario. Estamos siendo –simplemente- lo que somos y debemos ser y actuar. Y lo estamos haciendo, y estamos siendo, solamente por los Méritos de JESÚS, que VIVE y –desde su RESURRECCIÓN- está SIEMPRE con, en, por y para nosotros. ES ÉL QUIEN HACE LA OBRA. NO NOSOTROS. Somos muy pequeños y frágiles, y por eso necesitamos ¡tanto! el auxilio divino y la Gracia. No somos, ni nos conviene, ser poderosos (“no aprecia el vigor de los caballos, no estima los jarretes del Hombre”, dice el Salmo). Nuestro DIOS prefiere que CONFIEMOS en ÉL, nos “depositemos” en Él, esperemos en Él… ÉL ES EL SEÑOR –MÁS AÚN DESDE SU RESURRECCIÓN- y NOSOTROS solamente somos “siervos inútiles”, colaboradores, obreros, “brazos”, “arados”, “picos y palas” suyas. El HOMBRE debe hacer todo lo que esté a su alcance, pero con la certeza de que es DIOS el dueño del resultado final. Debemos ser, vivir, obrar y rezar, con esa actitud y convicción que reconoce esta sabia sentencia, de SAN IGNACIO DE LOYOLA:

“Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios.”

Hasta la próxima, amigos.

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