REZANDO CON LOS SALMOS, EN TIEMPO PASCUAL.

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SALMO 66 (65)

» Aclamad a Dios, la tierra toda,

salmodiad a la Gloria de su nombre, rendidle el honor de su alabanza,

 decid a Dios: ¡Qué terribles tus obras!

Por la grandeza de tu fuerza, tus enemigos vienen a adularte;

toda la tierra se postra ante Ti, y salmodia para Ti, a tu Nombre salmodia.

Venid y ved las obras de Dios, temible en sus gestas por los hijos de Adán:

 Él convirtió el mar en tierra firme, el río fue cruzado a pie.

Allí, nuestra alegría en Él, que por su Poder domina para siempre.

Sus ojos vigilan las naciones, no se alcen los rebeldes contra Él.

Pueblos, bendecid a nuestro Dios, haced que se oiga la voz de su alabanza,

Él, que devuelve nuestra alma a la vida, y no deja que vacilen nuestros pies.

Tú nos probaste, oh Dios, nos purgaste, cual se purga la plata;

nos prendiste en la red, pusiste una correa a nuestros lomos,

dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara, por el fuego y el agua atravesamos; mas luego nos sacaste para cobrar aliento.

Con holocaustos entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos,

los que abrieron mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca.

Te ofreceré pingües holocaustos, con el sahumerio de carneros, sacrificaré bueyes y cabritos.

Venid a oír y os contaré, vosotros todos los que teméis a Dios, lo que Él ha hecho por mí.

A Él gritó mi boca, la alabanza ya en mi lengua.

Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad, el Señor no me habría escuchado.

Pero Dios me ha escuchado, atento a la voz de mi oración.

¡Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi oración ni su Amor me ha retirado!»

En esta ocasión, no voy a hablar yo en el análisis y “Lectio Divina” de este maravilloso Salmo. Voy a darle la palabra y el protagonismo, para ello, a:

¡¡SAN AGUSTÍN!!

He escogido un trozo de su “Comentario al SALMO 65”. Es solamente una pincelada, un pequeño “mordisco” a su contemplación de este Salmo. Os recomiendo, fervientemente, que busquéis y leáis y “rumiéis” interiormente en la oración, todo lo que este SANTAZO nos comparte, al respecto de este SALMO. No os arrepentiréis. Os lo aseguro:

“¡Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria, ni su misericordia de mí!”

 Mantiene el mismo sentido de lo anterior, donde dijo: “Venid, escuchad todos los que teméis a Dios, y os contaré cuánto ha hecho el Señor por mi alma; y les dice “lo que habéis oído”, y al final concluye así: “Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria, ni su misericordia de mí”.

Así llega el salmista a la RESURRECCIÓN, donde ya estamos nosotros en esperanza; es más, también nosotros estamos en esta invocación, y esta es nuestra voz. Así que mientras estemos aquí abajo, hagamos este ruego a Dios, para que no aparte de nosotros nuestra súplica, ni su misericordia; es decir, para que oremos con perseverancia, y Él con perseverancia tenga misericordia.

Hay muchos que pierden el ánimo en la oración: Mientras es una novedad su conversión, oran con fervor, después sin entusiasmo, luego se enfrían, y después con negligencia; como si estuvieran seguros de sí mismos. El enemigo está vigilando: tú duermes. El mismo Señor nos ordena en el Evangelio: Es necesario orar siempre y no desfallecer.

Y pone la semejanza de aquel juez injusto, que no temía a Dios ni le importaban los Hombres, a quien suplicaba la viuda aquella un día y otro, para que le prestara atención, y movido por la pesadez de la mujer, sin dejarse doblegar por la misericordia, se dijo el malvado juez para sí: “Aunque ni a Dios temo, ni respeto a los Hombres, para que esta viuda deje de importunarme cada día, voy a escuchar su causa y hacerle justicia. Y dijo el Señor: Si un malvado juez hizo esto, ¿vuestro Padre no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche? Os lo aseguro: les hará justicia, y pronto”.

 Luego no desfallezcamos en la oración. Lo que ha de conceder, aunque lo difiera, no lo rechazará. Seguros de su promesa, no desistamos de orar; y esto es un beneficio suyo. Por eso dijo el salmista: “¡Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria ni su misericordia de mí!”

 Cuando veas que tu plegaria no ha sido apartada de ti, estate tranquilo, porque tampoco ha sido apartada de ti su misericordia.”

(SAN AGUSTÍN: “Comentario al Salmo 65”, en su “Tratado de LOS SALMOS: Comentarios”).

Ya os lo dije, un pequeño “saboreo” de la exquisita profundidad de una parte de la “Lectio Divina” del SALMO 65 que hace SAN AGUSTÍN.

Disfrutadla. Y os insisto: buscad el “Comentario” completo suyo a este Salmo. ¡No tiene desperdicio! Os deseo una ¡fecunda oración y experiencia de y en DIOS!

Hasta la próxima, amigos.

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