COMPARTIENDO EN LA ¡SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS!

“El ESPÍRITU SANTO es el gran desconocido de nuestra Iglesia”.

(Papa San Paulo VI)

SECUENCIA de PENTECOSTÉS

“Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.

Mira el vacío del Hombre, si Tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,

lava las manchas,

infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la Fe de tus siervos;

por tu Bondad y tu Gracia, dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Amén. Aleluya”.

Hoy celebramos y vivimos el colofón de esta “Cincuentena Pascual”:

¡la Solemnidad de PENTECOSTÉS! ¡la venida del ESPÍRITU SANTO!

¡la consumación, perfección y eternización de la PRESENCIA de TODA la SANTÍSIMA TRINIDAD, en y para la IGLESIA y el MUNDO-HUMANIDAD!

DIOS HECHO HOMBRE: JESUCRISTO, cumple y consuma su promesa de PRESENCIA OBRANTE, para siempre, en y desde la COMUNIÓN TRINITARIA. ¡Ya nos había dicho JESÚS, que no nos abandonaría, que no nos dejaría solos! y ¡lo ha cumplido, una vez más!

Comencé esta Publicación, acá en mi Blog, con esa ¡tan bella y connotativa –en lo bíblico-teológico-eclesial y humanista!- “SECUENCIA de PENTECOSTÉS”, que rezamos en este Domingo ¡TAN solemne!, después de la “Segunda Lectura” de la misa, previamente a la proclamación del “Evangelio”, porque me pareció la más adecuada y bonita, para abrir mi compartir con vosotros en este increíble y maravilloso DÍA.

Esta SECUENCIA, cantada pausada y rítmicamente, es una caricia orante que va descendiendo íntimamente, a las profundidades del Misterio que celebramos y a las entrañas de nuestra alma. Muy difícilmente, alguien que la reza, no se sentirá identificado, convocado y penetrado por esta oración que nos habla de la PRESENCIA y OBRAR MÍSTICAMENTE REAL del ESPÍRITU DE DIOS. La SECUENCIA, acompasadamente, nos va llevando y preparando hacia el EVANGELIO, en donde JESÚS nos regala ese “desborde” de DIOS, en y con la entrega y presencia del ESPÍRITU SANTO.

Esta SECUENCIA forma un corpus con las LECTURAS y el EVANGELIO de esta Solemnidad. Constatamos, así, ese primer eslabón bíblico-litúrgico en la PRIMERA LECTURA (Hechos de los Apóstoles 2, 1-11), con la testificación y certificación del “acontecimiento”: ¡PENTECOSTÉS! Luego, tenemos el SALMO RESPONSORIAL (Salmo 103, fragmentado), que nos coloca en esa dimensión contemplativa del Misterio de Dios y su Obrar en la Creación, en la Historia de la Salvación y en la Historia de la Humanidad toda. Y repetimos y repetimos: “Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! … Envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras… que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor”. Y con su ANTÍFONA, respondemos y clamamos, en este recorrido Sálmico así: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”. Bíblica y litúrgicamente vamos, in crescendo, en ese dinamismo orante, suplicando imbuirnos en el ESPÍRITU SANTO, para que DIOS nos abrace y transforme en creaturas nuevas.

Toda la LITURGIA de este Día es un “movimiento” descendente de DIOS TRINIDAD DE PERSONAS, para “meternos”, “zambullirnos”, en esa PRESENCIA TRINITARIA descendente y abrasante, que nos “inmerge” –en, con y por JESUCRISTO- en la riqueza de nuestro BAUTISMO, por el cual participamos y vivimos el MISTERIO PASCUAL de Muerte y Resurrección, elevándonos-ascendiéndonos, y transformándonos DIOS en creaturas nuevas.

Este Misterio bíblico-teológico-humano, se celebra y vive en el seno de la comunidad cristiana. No somos islotes. Estamos “injertados” en UN solo DIOS TRINITARIO, bautizados en Él, por ende: en SU ESPÍRITU. El BAUTISMO es EN EL ESPÍRITU SANTO, y ello nos hace UNO, UN SOLO CUERPO, la IGLESIA. Todo lo cual, nos queda reflejado en la “SEGUNDA LECTURA”: 1ª Carta a los Corintios 12, 3-7; 12-13. SAN PABLO nos recuerda que –por el ESPÍRITU SANTO-, la UNIDAD y COMUNIÓN de la Iglesia es una de sus notas y compromisos esenciales. UNIDAD en la diversidad de CARISMAS y DONES. UNIDAD que NO ES UNICIDAD, sino que es COMUNIÓN AMOROSA en la diversidad de miembros y carismas. Se trata de ¡COMUNIÓN y PARTICIPACIÓN!, con el sello del ¡AMOR y la PAZ! Solamente esto, así, proviene de DIOS. Solamente, de esta manera, somos SIGNOS de tolerancia, respeto, entendimiento y encuentros mutuos. ¡PENTECOSTÉS es el gran banquete y confite eclesial, pero también abierto a toda la Humanidad!  

Por ello es que, PENTECOSTÉS es siempre llamado: el DÍA o “CUMPLEAÑOS” de la IGLESIA. No porque ésta no existiera ni porque JESÚS no la hubiera ya fundado y querido. Recordemos que lo dejó explícito, cuando constituyó el PRIMADO PETRINO. Lo que produce y transforma el ESPÍRITU SANTO, desde que “sensibiliza” su PRESENCIA y OBRAR en este día, es la ECLOSIÓN de todo el potencial del MISTERIO PASCUAL de JESUCRISTO y de PRESENCIA TRINITARIA. Desde este día, la IGLESIA puede empezar totalmente a DESPLEGARSE (y lo hace: “estaban encerrados, por miedo”, luego comienza toda su evangelización, hasta nuestros días). Desde hoy, la IGLESIA recibe la CONFIRMACIÓN-CERTIFICACIÓN de toda esa capacidad y posibilidad OPERATIVA de DIOS TRINIDAD PRESENTE, de toda esa fecundidad de los FRUTOS de la Pasión, Muerte y Resurrección de JESUCRISTO. Es el “broche de oro”, el cierre consumado y ordenado al “ESTALLIDO” de todo el potencial eclesial. Es como el “puntapié” inicial al SER y HACER de la IGLESIA en el mundo y la Historia, porque cuenta ya con la certeza y garantía, absolutas y confirmadas explícitamente, de la PRESENCIA y AUXILIO y OBRAR de la SANTÍSIMA TRINIDAD.

Pero es también la certeza, garantía y compromiso del MANDATO APOSTÓLICO y MISIONERO de sus miembros. Y, si nos detenemos en el texto del EVANGELIO y las otras LECTURAS del Día, nuestra LECTIO DIVINA nos insistirá en algo: ¡SIGNOS! No somos espíritus. Somos ESPÍRITU ENCARNADO, ¡tanto que hasta DIOS quiso HACERSE HOMBRE! Por ello: la VISIBILIDAD es esencial a nuestra vida cristiana. DIOS SIEMPRE OBRÓ CON SIGNOS. JESÚS TAMBIÉN. El mundo y la Humanidad, se convencieron, convencen y convencerán de que JESÚS VIVE, si nosotros ¡lo reflejamos con y en nuestras PALABRAS y ACCIONES! ¡No escondamos la Luz! ¡No escondamos y nos guardemos todos esos DONES y FRUTOS! Recordemos que ¡PENTECOSTÉS es la Solemnidad del “desborde” infinito de DONES y FRUTOS en y por el ESPÍRITU SANTO, sobre todo la PAZ y el AMOR! Que nuestras palabras y nuestro obrar, sean MANIFESTACIÓN y CONCRECIÓN de todo este Misterio. ¡No desaprovechemos, no tiremos las perlas a los cerdos! ¡Hagamos visible a JESÚS, que los demás lo contemplen, lo encuentren, lo amen y lo sigan, gracias a nuestro modo de ser y de vivir! Sin esta dimensión testimonial, nuestra Fe es mero pietismo y espiritualismo. El ESPÍRITU SANTO ¡nos lanza!, no atropellando ni presumiendo, sino como siervos, servidores y misioneros. ¡Ser otros CRISTOS para nuestros hermanos!

La Iglesia, “injertada” en el mundo, es el nuevo Tabernáculo; es esas nuevas Tiendas, en el desierto y peregrinar de nuestros hermanos. Es ese nuevo PENTECOSTÉS, del cual brota toda la plenitud, para transformar, vivificar, mostrar y salvar a la Humanidad.

¡LO TENEMOS TODO, porque TENEMOS AL TODO!

La SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, SEÑORA de PENTECOSTÉS, MADRE DE LA IGLESIA (por ello la celebramos mañana lunes, después de «Pentecostés»), que ESTUVO ORANTE y EXPECTANTE ESE DÍA, SIGA PARIÉNDONOS COMO IGLESIA DE JESUCRISTO, y PEREGRINANDO CON NOSOTROS.

SEÑORA DE PENTECOSTÉS, ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO:

RUEGA POR NOSOTROS.

Hasta la próxima, amigos.

“La oración de Tus amigos a favor mío y mis propias oraciones, han tenido una respuesta: aquí estoy en esta ermita ante Ti. Aquí me ves. Aquí me amas. Aquí pides la respuesta de mi propio amor y confianza. Aquí me pides que sea simplemente Tu amigo… Esta amistad es Tu Vida, el Espíritu de Tu Hijo. Me has llamado aquí para ser Tu hijo: para nacer de nuevo, repetidamente, en Tu Luz, en conocimiento, en consideración, en gratitud, en pobreza, en alabanza… Padre, te ruego, enséñame a ser un hombre de paz y a colaborar para que venga la paz al mundo. A estudiar aquí la Verdad y la no-violencia, y la paciencia y el valor de sufrir por la Verdad… Envíame Tu Santo Espíritu, úneme con Tu divino Hijo, y que yo sea uno contigo en Él, para Tu mayor Gloria. Amén”.

(Thomas Merton, Monje y Místico. “Plegaria a mi Padre Dios”).

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