CORRUPCIÓN y PECADO. (Jorge Mario Bergoglio).

Tenía este libro en mi biblioteca. Había comprado una Colección del periódico “El Mundo”. Muy buena, por cierto, y muy barata. Por fortuna y providencia de Dios, justo lo compré un poquito tiempo antes de que al Cardenal Jorge Mario Bergoglio lo eligieran, Dios y sus hermanos Cardenales, en el Cónclave, como Papa. El resto de esta historia ya todos la conocéis. El libro fue escrito por el entonces CARDENAL en el año 2005. Años más tarde, leí atentamente el libro. He de decir que a Bergoglio lo conozco personalmente y ahora mucho más como Papa. El libro es MUY bueno, breve y por eso mismo es doblemente bueno. Contiene reflexiones de Bergoglio sobre estos temas. Y está centrado en una preocupación suya de siempre:la corrupción y el pecado. Como Papa ha seguido ahondando en esta reflexión y análisis y los ha puesto, activamente, como con “bisturí”, al servicio de su Pastoreo eclesial. Hay que conocer y ver todas las medidas, reformas y el espíritu bergogliano que ha ido insuflando en la Iglesia, como Institución y como Comunidad, para comprobar que esto es así. En las páginas que leemos constatamos que Bergoglio “ya apuntaba maneras”, como bien dice el refrán.

Bergoglio viene de casi “el fin del mundo”, como dijo él al ser elegido y presentarse. Viene de la muy compleja América Latina, pero aún más: viene de Argentina, país riquísimo, complejísimo y eterna y crónicamente en crisis, ostentando el “privilegio” de ser uno de los países más corruptos del mundo. Hay un slogan que dice: “Todo ocurre y puede ocurrir en Argentina. Y si no ocurre en Argentina, no ocurre en ningún lado.” Por eso mismo es que no debe extrañarnos este libro que publicó siendo Cardenal ni tampoco ciertos matices, palabras y acciones de su Pontificado. Ha sufrido mucho por esto de la corrupción en su país y, en la Iglesia que ahora debe timonear vislumbra, como muchos, demasiado pecado y corrupción. Anciano ya, pero pleno en sus facultades, está bregando contra viento y marea contra esta otra pandemia. Con la Gracia y el Auxilio que Jesús prometió y garantizó a Pedro.

En el libro no encontramos un Bergoglio Teólogo, en sentido estricto. Sabemos que su Formación más fuerte fue en Filosofía, pero el libro es MUY sólido y convincente en sus argumentaciones, porque no debemos olvidar que él es Jesuita y por ello tiene una rica, seria, acreditada y competente Formación, incluso muy abundante en Ciencias Humanísticas. Además de su mucha experiencia sacerdotal y episcopal. Y todo esto se nota mucho en este libro. Nos encontramos con una persona solvente en contenidos bíblicos, morales, antropológicos y sociales, y con un vasto conocimiento de la psicología humana y sus conductas.

El libro es muy útil, práctico, preciso, claro en lo que expone. Leemos a un Bergoglio que nos soluciona una confusión o generalización que muchas veces hemos constatado, y que es esencial despejarla para la vida en Sociedad y en la Iglesia. Yo soy de esas personas que siempre pienso que hay que tener las cosas claras en la cabeza para tenerlas fuertes en el corazón y poder vivirlas. Leyendo a Bergoglio, confirmo que esto también es así para él.

“Con frecuencia noto que se identifica CORRUPCIÓN con PECADO.

En realidad, no es tan así. Situaciones de pecado y estado de corrupción

son dos realidades distintas, aunque íntimamente entrelazadas entre sí.”

(Jorge Mario Bergoglio)

 Pues bien ¿qué es lo que va reflexionando y aclarando Bergoglio en sus páginas?

Como suelo hacerlo en otras publicaciones de mi BLOG, os iré puntualizando, y también citando entrecomillado al autor, sus análisis y aportes. Y yo también “meteré la cuchara” acompañando sus palabras con mis reflexiones y cuestionamientos personales y sociales ante tan cruciales y graves temas.

Me pongo en marcha para ello:

  • “No es una novedad: desde que el hombre es hombre siempre se ha dado este fenómeno que, obviamente, es un proceso de muerte: cuando la vida muere, hay corrupción.”
  • Éste “es un asunto recurrente en muchas de nuestras charlas y reuniones. Nos hará bien reflexionar juntos sobre este problema y también sobre su relación con el pecado. Nos hará mucho bien, a la luz de la Palabra de Dios, aprender a discernir los diversos estados de corrupción que nos circundan y amenazan con seducirnos.”
  • “Hoy día se habla bastante de corrupción, sobre todo en lo que concierne a la actividad política…” Hablamos de una “crisis moral” que vemos que pasa en “muchas Instituciones”… “La reacción general frente a ciertos hechos que indicarían corrupción ha sido creciente y, en algunos casos, ante la impotencia de generar una solución de los problemas, el actuar del pueblo ha producido manifestaciones que amenazan con convertirse en una nueva Fuenteovejuna… Y, sin embargo, toda corrupción social no es sino consecuencia de un corazón corrupto… No habría corrupción social sin corazones corruptos.” Esta aclaración que aporta Bergoglio me refuerza en la convicción que la corrupción no es un ente abstracto ni innominado ni ajeno. Surge de la suma de corruptos y corrupciones que hay en y entre nosotros. No busquemos fuera o en chivos expiatorios lo que existe en el corazón puntualmente corrupto de una persona, que se suma a otra y otras iguales. La corrupción viene de y desde nuestras familias, escuelas, actividades, instituciones, organizaciones, sistemas, comunidades… porque allí es donde nace, crece, se alimenta, se consolida, un corazón corrupto. La responsabilidad y culpa de la corrupción está en y entre nosotros y en el cada día, en las cosas importantes pero mucho más en las pequeñas cosas cotidianas.
  • El Cardenal Bergoglio habla de la “ADHESIÓN FINALÍSTICA DE NUESTRO CORAZÓN” entendiéndola magistralmente como la capacidad del corazón para ser tal, porque “el corazón humano es corazón en la medida en que es CAPAZ DE REFERIRSE A OTRA COSA, en la medida en que es CAPAZ DE ADHERIRSE”… “Conocer el corazón del hombre, su estado, entraña necesariamente conocer el TESORO al que ese corazón está referido, el tesoro que lo libera y plenifica o que lo destruye y esclaviza; en este último caso el tesoro que lo corrompe.” Esto que he destacado del libro de Bergoglio  es esencial para entender, discernir y distinguir corrupción y pecado. Y aquí está la clave de porqué un corazón se corrompe. Es algo sutil pero in crescendo y siempre con un dinamismo social de contagio. “Comprender el peligro de desmoronamiento personal y social que entraña la corrupción; y ayudarnos también en la vigilancia, pues un estado cotidiano de complicidad con el pecado nos puede conducir a la corrupción.” Estas últimas palabras entrecomilladas de Bergoglio las colocó en su Prólogo para manifestar el propósito suyo al escribir este libro. Y las he destacado porque son un excelente remate a este bloque que escribo.
  • “No hay que confundir pecado con corrupción. El pecado, sobre todo si es reiterativo, conduce a la corrupción, pero no cuantitativamente (tantos pecados provocan un corrupto) sino cualitativamente, por creación de hábitos que van deteriorando y limitando la capacidad de amar, replegando cada vez más la referencia del corazón hacia horizontes más cercanos a su INMANENCIA, a su egoísmo. Éste sería un primer rasgo característico de la corrupción: la INMANENCIA… En la base de toda actitud corrupta hay un CANSANCIO DE TRASCENDENCIA: frente al Dios que no se cansa de perdonar, el corrupto se erige como SUFICIENTE… En el corrupto existe una SUFICIENCIA BÁSICA, que comienza por ser inconsciente y luego es asumida como lo más natural. La SUFICIENCIA HUMANA nunca es abstracta. Es una actitud del corazón referida a un TESORO que lo seduce, lo tranquiliza y lo engaña… el suficiente siempre es- en el fondo- un esclavo de ese tesoro; y cuando MÁS ESCLAVO, MÁS INSUFICIENTE en la consistencia de esa suficiencia. Así se explica por qué la corrupción no puede quedar escondida: el desequilibrio entre el convencimiento de auto-bastarse y la realidad de ser-esclavo del tesoro no puede contenerse… Sí, la corrupción tiene olor a podrido. Cuando algo empieza a oler mal es porque existe un corazón encerrado a presión entre su propia suficiencia inmanente y la incapacidad real de auto-bastarse; hay un corazón podrido por la excesiva adhesión a un tesoro que lo ha copado. El corrupto no percibe su corrupción. Está tan parapetado en la satisfacción de su AUTOSUFICIENCIA que no permite ningún cuestionamiento. Ante cualquier crítica se pone mal, descalifica a la persona o institución que la hace, procura descabezar toda autoridad moral que pueda cuestionarlo, recurre al sofisma y al equilibrismo nominalista-ideológico para justificarse, desvaloriza a los demás y arremete con el insulto a quienes piensan distinto.  Se siente cómodo y feliz y, si la situación se le pone difícil, conoce todas las coartadas para escabullirse… El corrupto ha construido una autoestima basada precisamente en este tipo de actitudes tramposas; camina por la vida por los atajos del ventajismo a precio de la propia dignidad y la de los demás. El corrupto tiene cara de “yo no fui”, “cara de estampita”. Merecería un doctorado honoris causa en cosmetología social. Y lo peor es que termina creyéndoselo. Además, el corrupto suele perseguirse de manera inconsciente, y es tal la irritación que le produce esta autopersecución que la proyecta hacia los demás y, de autoperseguido, se transforma en perseguidor.” Por todo esto es que el corrupto no percibe serlo: “Son otros quienes lo sienten y se lo deben decir. De aquí también que difícilmente el corrupto puede salir de su estado por remordimiento interno. Tiene “anestesiado” el buen espíritu de esa área. Generalmente el Señor lo salva con pruebas que le vienen de situaciones que le toca vivir (enfermedades, pérdidas de fortuna, de seres queridos, etc.) y son éstas las que resquebrajan el armazón corrupto y permiten la entrada de la Gracia. Puede ser curado.” Sé perfectamente que vosotros al leer este párrafo habéis pensado en MUCHAS personas a las que aplicarles esto de la corrupción, sobre todo actualmente: “¡¡Con la que está cayendo”!! Personas, personalidades, instituciones y actividades del pasado y del presente. Vivimos en un mundo y una sociedad demasiado corrupta y enferma. Y en nuestro país y en ¡¡tantas partes del mundo!! estamos infectados por el “bicho” de la corrupción anidada en tantos corazones. Finalmente agrego acá otra afirmación de Bergoglio que es clarificadora y contundente: “La corrupción, más que ser perdonada, debe ser CURADA.”
  • Segundo rasgo de la corrupción: APARENTAR: “El corrupto procura siempre mantener la apariencia” (sepulcros blanqueados). “Cultivará, hasta la exquisitez, sus buenos modales… para de esta manera poder esconder sus malas costumbres. En la conducta del corrupto la actitud enferma resultará como “destilada” y, a lo más, tendrá la apariencia de “debilidades o puntos flojos” relativamente admisibles y justificables por la sociedad. Por ejemplo: ribetes de cierta veleidad o superficialidad y también de de frivolidad.” A la luz de estas palabras del Cardenal se me ocurre decir: ¡¡Ay, cuántas “cositas” dejamos pasar a algunas personas!! ¡¡Ay, cuántas culebras nos tragamos de ciertas personas!! ¡¡Ay, nuestros pecados de tibieza, de silencio que otorga y de omisión frente a ellas!! ¡¡Somos cómplices así de los corruptos y de la corrupción que tanto sufrimos!! Ya lo decía la SANTAZA Doctora de la Iglesia Santa Catalina de Siena: “Por nuestro silencio, por haber callado tanto, el mundo está podrido”. En este punto, el autor de nuestro libro hace una diferenciación bien puntual y clara que transcribo ahora: “El PECADOR, al reconocerse tal, de alguna manera admite la falsedad de este tesoro al que se adhirió o adhiere… el CORRUPTO, en cambio, ha sometido su vicio a un “curso acelerado de buena educación”; esconde su tesoro verdadero, no ocultándolo a la vista de los demás sino reelaborándolo para que sea socialmente aceptable. Y la suficiencia crece… comenzará por la veleidad y la frivolidad, hasta concluir en el convencimiento, totalmente seguro, de que uno es mejor que los demás.” En este punto de la APARIENCIA, el valor absoluto que a ésta le da el corrupto, se nos está planteando la hipocresía, la falsedad, un legalismo formal y vacío, y el peligroso puritanismo e importancia exclusiva de lo exterior.
  • Fruto de esto viene un tercer rasgo: COMPARAR. …”Ni tampoco como ése… porque el corrupto necesita siempre compararse a otros que aparecen como coherentes con su propia vida, para encubrir su incoherencia, para justificar su propia actitud. Y aquí aparece otro rasgo típico del corrupto: la manera cómo se justifica. Porque, en el fondo, tiene necesidad de autojustificarse, aunque él mismo no se dé cuenta de que lo está haciendo. Hace referencia a situaciones extremas, exageradas o que en sí son malas. En la referencia a algo exagerado o a un pecado incontestable, instauran una comparación entre los buenos modales de sus fallas y la contundencia del pecado al que aluden. Se trata de una comparación falseada: se compara una apariencia con la realidad. Pero, a la vez, se le aplica al otro una realidad que no es tal cual.” ¡¡Qué bien que Bergoglio describe el modo de ser y obrar retorcido y mentiroso del corrupto!! Y agrega algo más en esto de la comparación falseada: “El término al que se refiere, está caricaturizado (o suele estarlo). O caricaturizado en sí mismo o caricaturizado en las relaciones que se hacen con situaciones de fuera o que le tocan de alguna manera, donde se utilizan interpretaciones de hechos a la luz de otros hechos parecidos, aparentemente reales, o reales pero aplicados inadecuadamente.” En esto último he de admitir que me sorprende la aguda, milimétrica, sagaz, capacidad de Bergoglio para penetrar en el corazón del corrupto y cuasi desmenuzarlo. Quienes conocemos corruptos, desgraciadamente muchos, es clarividente y acertado todo lo que describe en este párrafo.
  • Otro rasgo de la corrupción es: “De la comparación al juicio: Al compararse el corrupto se erige en juez de los demás. Él es la medida del comportamiento moral. Yo no soy como “ése” significa “ése no es como yo, y por ello te doy gracias”. Es como si dijera: yo soy la medida del cumplimiento.” Se subvierte así la base objetiva y ontológica de lo moral, del Bien, de la Verdad, sustituyéndola así por el subjetivismo y el relativismo. La norma, el marco, el encuadre y la raíz de lo bueno, lo verdadero, lo valioso, lo correcto, lo moral, es el individuo singular erigido como norma y absoluto, con su corazón absorbido por la corrupción. De ahí a saltar al juicio y condena de los demás, no queda más que un pasito. Me recuerda a la verdad bíblico-teológica del Pecado Original también esto. El corrupto termina volviéndose un dios, un ser superior y supremo por encima de los demás, pero no con una relación de amor. Es para pensar mucho esto… ¿No os parece?… “Pero en todo esto de la medida hay algo más sutil: ninguna persona puede forzar tanto la realidad sin arriesgarse a que esa misma realidad se vuelva contra él mismo.” Excelente este último aporte de Bergoglio. Si miramos los muchos corruptos del pasado de la Historia de la Humanidad y los de nuestro presente, constataremos cuán mal y bastante trágicamente acabaron, acaban y están acabando, y siempre acabarán. ¡¡Ejemplos tenemos de esto!! En expresión popular sería traducido a “escupir para arriba siempre trae feas y malas consecuencias” o “algunos tiran un boomerang y luego sufren sus consecuencias”. El mal cuando anida en el corazón y lo lleva a la perdición de la corrupción, hace infinito daño a los demás, pero al primero, último y al que más destroza en su condición humana, es al que tiene ese corazón corrupto y vive y actúa según él. El mal se vuelve contra él. ¡¡Lo mejor es siempre el Bien!!
  •  Pero el Cardenal no se queda en esto que reflexiona. Va aún más hondo: “El ser es trascendentalmente “verum” (verdadero), y yo podré distorsionarlo y retorcerlo como una toalla con la negación de la verdad… pero el ser continuará siendo “verum” aunque- en su inmanencia situacional- uno logre presentarlo de otra manera El ser pugna en manifestarse como es. En el núcleo mismo del juicio que hace un corrupto se instala una mentira, una mentira a la vida, una mentira metafísica al ser que, con el tiempo, se volverá contra quien la hace. En el plano moral esto es evitado, por los corruptos, proyectando su propia maldad en otros.” En este párrafo lo que hace Bergoglio es recurrir a los Principios esenciales de la Filosofía Antigua, sobre todo aristotélica y de los Grandes Maestros Clásicos, los Padres de la Filosofía, como Sócrates por ejemplo, y nos plantea filosóficamente el tema del SER como equivalente a la VERDAD (recordemos las categorías o propiedades del SER: bueno, verdadero y uno). El Cardenal no nos charlatanea ni hace una simple opinión. Los presenta vistos en sí mismos, metafísicamente, para poder trasladarlos a su reflexión Moral y del hombre corrupto. Bergoglio lo que nos ofrece es una base sólida y contundente que desnuda y confirma lo que venía diciendo en el punto anterior. A la luz de la Filosofía, el corrupto está éticamente errado porque no respeta, desprecia y destruye, la Verdad en sí misma, y vive en la Mentira. Está errado ontológicamente y por eso su juicio es siempre equivocado e insuficiente. Y aquí es donde el Cardenal introduce el tema de la derivación y degeneración a la que lleva la corrupción en este aspecto, y habla de: “Del juicio a la desfachatez”. Y esto es otro rasgo del corrupto. Con ello, Bergoglio se refiere a algo que está ¡¡tan de moda, lamentablemente, hoy en nuestra Sociedad!! Que lo constatamos y sufrimos cada día. Y que, a lo largo de la Historia, también se hizo presente siempre. Los corruptos, al ser mentirosos ontológicamente (por lo que ha explicado antes), son también muy desvergonzados: “La corrupción lleva a PERDER el PUDOR que custodia la verdad, el que hace posible la veracidad de la verdad. El pudor que custodia, además de la verdad, la bondad, la belleza y unidad del ser. La corrupción se mueve en otro plano que el del pudor: al situarse “más acá” de la trascendencia, necesariamente va “más allá” en su pretensión y en su complacencia. Ha transitado el camino que va desde el PUDOR a la DESFACHATEZ PÚDICA.” Es así que nos encontramos con increíbles “maestros de la burla”: caraduras que han perdido todo Valor y referencia trascendente (entendiendo por trascendente no sólo lo religioso). “Pasan”, pisotean, la verdad, la bondad… y hasta se atreven a ridiculizarlas, como así también burlarse, ironizar, ridiculizar y despreciar a los que las respetan, inculcan, aman y viven. Y “la van” de perfectos. Me gusta mucho cómo el Cardenal refleja su identidad de hijo de San Ignacio (es Jesuita por todos los costados) en todo este análisis que hace. Es un verdadero DISCERNIMIENTO el que va haciendo en este párrafo de su libro. Con una solvencia, contundencia, profundidad y agudeza que son encomiables.
  • Finalmente, termina su análisis de los rasgos de la corrupción y el corrupto, analizando otra característica: TRIUNFALISMO: “Toda corrupción crece y- a la vez- se expresa en ATMÓSFERA DE TRIUNFALISMO. El triunfalismo es el caldo de cultivo ideal de actitudes corruptas, pues la experiencia les dice que esas actitudes dan buen resultado, y así se siente “en ganador”, triunfa. El corrupto “se confirma” y a la vez “avanza” en este ambiente triunfal. Todo va bien. Y desde este “respirar el bien”, gozar del viento en popa, se reordenan y se rearman las situaciones en valoraciones erróneas. NO ES TRIUNFO, SINO TRIUNFALISMO.” En este ambiente y espíritu enfermo, en esta “aura nefasta” (así la define), es que Bergoglio nos destaca que hay dos características (de las que ya habló) que anidan cómodamente, que campan a sus anchas, in crescendo e imparables: la VELEIDAD y la FRIVOLIDAD. Y nos recuerda cómo llamaba a esto Henry De Lubac: “MUNDANIDAD ESPIRITUAL” que “no es otra cosa sino el triunfo impostado en triunfalismo de la capacidad humana; el HUMANISMO PAGANO sutilizado en “sentido común” cristiano.” A la luz de estas palabras se me viene a la memoria tanta megalomanía y divismo de tantos hombres y mujeres a lo largo de la Historia de la Humanidad, y que aún en los tiempos actuales siguen produciéndose. Es la locura y borrachera de la corrupción. El Cardenal ahonda más en su análisis y completa con estos aportes: “El corrupto, al integrar en su personalidad situaciones estables de degeneración del ser, lo hace de tal manera que alienta un sentido optimista de su existencia hasta el punto de autoembriagarse en un adelanto de la escatología como es el triunfalismo. Es precisamente este triunfalismo, nacido de sentirse “medida” de todo juicio, el que le da ínfulas para “rebajar” a los demás “a su medida” triunfal. Me explico: un ambiente de corrupción, una persona corrupta, no deja crecer en libertad. El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la “COMPLICIDAD”. Para él no vale ni el amor a los enemigos o la distinción que está en la base de la antigua ley: o amigo o enemigo. Él se mueve, más bien, en los parámetros de “cómplice o enemigo. Cuando está en el ejercicio del Poder, implicará siempre a otros en su propia corrupción, los “rebajará a su medida” y los hará cómplices de su opción de estilo. Y ello en un ambiente que se impone por sí mismo en su estilo de triunfo, ambiente triunfalista, de PAN y CIRCO. Porque la corrupción entraña ese “ser medida”; por ello TODA CORRUPCIÓN ES PROSELITISTA. Y esa dimensión proselitista señala actividad y actitud para CONVOCAR. No se trata de una convocatoria a “cometer pecados”, sino a ENROLAR EN ESTADO DE PECADO, EN ESTADO DE CORRUPCIÓN. Y para eso construye redes y cadenas. Se trata de un PLAN para crear ese estado lo suficientemente fuerte como para resistir al “ahora” o al “todo” de la invitación a la Gracia.” Pocas veces he leído una descripción tan exacta, perfecta, de este tema que Bergoglio ignacianamente nos regala. Incluso él alude al carácter combativo, guerrero, de este recolectar y meter a los demás en este Sistema y lo encuadra “en el plan de lucha de Lucifer, como caudillo, que San Ignacio presenta en los Ejercicios Espirituales.” Queridos lectores: no penséis solamente en Hitler. Os estaríais cerrando en vuestro análisis. Os invito a que nutráis vuestra cabeza y corazón conociendo y analizando los MUCHOS y MUCHAS corruptos/as que hubo en la Humanidad; que reflexionéis acerca de ellos; que habléis a las generaciones nuevas y futuras sobre ellos (sin odio ni rencor, pero con seriedad y atención. Nunca jamás hay que perder la Memoria ni el Patrimonio Histórico de generaciones y generaciones) y que discernáis los MUCHOS matices y semillas de corrupción que hay actualmente; las MUCHAS personas corruptas con las que convivimos, a las que votamos, a las que aplaudimos, a las que idealizamos, a las que seguimos, a las que apoyamos y promocionamos, a las que inclusive amamos. Vivimos en una Sociedad en la que hay una tremenda sintomatología de corrupción. No hace falta que os insista mucho en esto. Pero ¡¡hay que ESPABILAR y VIGILAR!! Y no auparse tan fácil y rápidamente al carro victorioso de demagogos, populistas, charlatanes, “vende humo”, prometedores, solucionadores, personalistas, simpaticuchos, enamoradores, redentores, adanes, etc. etc. etc. etc… La corrupción y el corrupto no se improvisan. Viven “de nosotros.” El demonio es el padre de la Mentira. Y el padre de la corrupción y del corazón corrupto. Seamos muy cuidadosos, detallistas, agudos y astutos en nuestra atención para no prestarnos a su “telar del mal.”
  • Después de acabar todo este magnífico análisis sobre la corrupción y el corrupto, el Cardenal se refiere a la corrupción en el tiempo de JESÚS: “En el Nuevo Testamento aparecen personas corruptas, en las que la ADHESIÓN AL ESTADO DE PECADO es clara a primera vista: Herodes el Viejo y Herodías. En otros la corrupción se camufla en actitudes socialmente aceptables: Herodes (hijo) o Pilatos. Grupos corruptos: fariseos, saduceos, esenios, zelotes. Hay rasgos que son comunes a esos cuatro grupos. En primer lugar, todos han elaborado una doctrina que justifica su corrupción, o que la cubre. El segundo rasgo: estos grupos son los más alejados, cuando no enemigos, de los pecadores y del pueblo. No sólo se consideran “limpios”, sino que- con esta actitud- “proclaman” su limpieza.” Es una excelente descripción, que nos ilumina y advierte sobre los peligros ciertos que corremos en el plano religioso: hipocresía, falsedad, autoengaño, infidelidad, superficialidad, autojustificación, puritanismo, ritualismo, mera exterioridad, sin “sustrato” real y vívido dentro, engreimiento y superioridad frente a los que no son como nosotros, “ghettismo”, autismo religioso, indiferencia, desprecio… Incluso podemos caer en un tipo de corrupción, propia de los esenios, que “han sido tentados bajo la “especie de bien” y han dejado consolidar esta tentación como referencia doctrinal de sus vidas. Para ellos los pecadores y el pueblo están lejos de este plan, son ineptos para engrosar este grupo.” Aquí Bergoglio se refiere al elitismo religioso, al siempre peligroso configurar un círculo selecto religioso privilegiado, herméticamente cerrado, de “elegidos”, una casta de impolutos, de “benditos” y “buenos”, no como los demás. En contraste con todos ellos “Jesús se erige ante estas cuatro corrientes doctrinales corruptas, recogiendo las promesas de redención hechas a su pueblo. Recurre al patrimonio de su pueblo. Relee las Escrituras porque son ellas las que dan testimonio de su “estilo”, en oposición a los estilos alternativos que proponen estas cuatro élites.” Nosotros, queridos lectores, ¿con quién nos quedaremos… qué y a quién elegiremos…?… ¿Cuál será nuestro tesoro… ése al que está anclado nuestro corazón…?…
  • Una vez terminado todo el gran bloque de su análisis de la corrupción y el corrupto a lo largo de todos estos párrafos, hace un resumen EXCELENTE de sus afirmaciones principales:
  • “La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. Los valores (o desvalores) de la corrupción son integrados en una “verdadera cultura”, con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar. Es una cultura de “pigmeización” por cuanto convoca prosélitos para abajarlos al nivel de la complicidad admitida. Esta cultura tiene un dinamismo dual: de “apariencia y realidad”, de “inmanencia y trascendencia”. La apariencia es la elaboración de esa realidad, para que se vaya imponiendo en una aceptación social lo más general posible. Es una cultura de “restar”: se resta en pro de la apariencia. La trascendencia se va haciendo cada vez “más acá”, es inmanencia casi, o a lo más una trascendencia “de salón”. El ser ya no es custodiado, sino más bien maltratado por una especie de desfachatez púdica. En la cultura de la corrupción hay mucha desvergüenza, aunque aparentemente lo admitido en el ambiente corrupto está “fijado” en normativas severas de tinte victoriano. Es el culto a los buenos modales que encubren las malas costumbres. Y esta cultura se impone en el “laissez faire” (“dejar hacer”) del triunfalismo cotidiano.”
  • “No siempre alguien se transforma de golpe en corrupto. Más bien es al revés. Hay un camino por el que uno se va deslizando. Y ese camino no se identifica sin más, con el camino de cometer pecados. Uno puede ser muy pecador y- sin embargo- no haber caído en la corrupción: Zaqueo, Mateo, la Samaritana, Nicodemo, el Buen Ladrón… los cuales tenían en su corazón pecador algo que los salvó de la corrupción: la adhesión a la inmanencia, propia del corrupto, no había cristalizado aún, estaban ABIERTOS AL PERDÓN. Sus obras nacían de un corazón pecador, eran obras malas muchas de ellas, pero-a la vez- ese corazón que las producía “sentía” su propia debilidad. Y por ahí podía entrar la fuerza de Dios.” Esto que expone tan claramente Bergoglio es una de las diferencias entre PECADO y CORRUPCIÓN, que era el propósito de su libro: distinguirlas. No son lo mismo. Sin embargo, aunque las diferencia, reconoce que “también hay que afirmar que el camino hacia la corrupción es el pecado. ¿Cómo se da esto? Se trata de una forma sutil de progresión o, mejor dicho, de salto cualitativo del pecado a la corrupción. Uno puede ser reiterativo en pecados y no estar todavía corrupto; pero -a la vez- la reiteración del pecado puede conducir a la corrupción. San Ignacio sabe del peligro de la “raíz venenosa” que “contamina”. En su adhesión al Señor busca para el Ejercitante estados de alma abiertos a la trascendencia, sin que se reserven para sí ninguna área inmanente.” Estoy pensando en estos momentos, a la luz de lo que el Cardenal afirma, no sólo como lectora de los Ejercicios Espirituales escritos por San Ignacio de Loyola, sino como Ejercitante varias veces en ellos, en la esencial importancia, clave, que tiene para el Santo y en su propuesta de Ejercicios, lo que él llama: PRINCIPIO y FUNDAMENTO. Creo que aquí está la raíz de esa ADHESIÓN nuestra a la trascendencia, como respuesta a Aquél que siempre tuvo, tiene y tendrá la iniciativa. Respondemos, aceptamos y abrazamos con nuestro ser y nuestra vida a ese Dios que nos ha creado, salvado y llamado por Amor. Sobre ello entonces edificamos nuestra persona y nuestra existencia. Él es nuestro Principio y Fundamento. Y lo que mantiene la adhesión a Dios, a pesar de nuestros pecados. Sólo así podemos alejar la corrupción de nuestro corazón, porque DIOS ES NUESTRO TESORO.
  • Una vez que ha hecho este resumen, dedica la parte final de su libro a un muy importante tema: “LA CORRUPCIÓN DEL RELIGIOSO.” Y está muy bien que lo haya hecho. En nuestra Madre Iglesia no estamos exentos del pecado y tampoco de la corrupción. Cuando recorremos la Historia de la Iglesia, Santa por Jesucristo y pecadora por sus miembros, conocemos y asumimos toda una historia también de pecado y de debilidades humanas. Pero, más aún, una Historia de Salvación, de Misericordia, Fidelidad y Amor del Señor por ella. Pues bien, Bergoglio arranca el análisis en esta parte con un adagio latino contundente: “Corruptio optimi, pessima” (“No hay nada peor que la corrupción de lo mejor”).” Creo que, a buen entendedor, sobran palabras y explicaciones al respecto. El Cardenal especifica que dicha sentencia latina la aplica, en este caso, al RELIGIOSO: “persona consagrada, sacerdote, obispo… corrupto. Que los hay, los hay. Que los hubo, basta con leer la historia.” Yo me atrevo a agregar: ¡¡Y si lo sabrá y sufrirá ahora siendo PAPA!! Completa esas palabras iniciales recordándonos que, “en las diversas Órdenes que pidieron una “reforma” o que la hicieron, había en un mayor o menor grado, problemas, de corrupción. No quiero referirme aquí a los casos obvios de corrupción, sino más bien a estados de corrupción cotidianos, que estancan la vida de quien se entrega a Dios.” No olvidemos que Bergoglio es sacerdote, Obispo, Cardenal, y ahora Papa, y que fue-es y será Jesuita, miembro de una Congregación Religiosa, fundada por San Ignacio de Loyola, para Mayor Gloria de Dios y servicio a la Iglesia. Es un matiz muy importante recordar la condición perpetua de este hijo, hermano, miembro de la Compañía de Jesús, como Religioso Profeso. Sabe perfectamente de qué está hablando, y se nota sobradamente en todo lo que desarrolla en este bloque temático de su libro. Dice que “el alma se habitúa al mal olor de la corrupción. Y cuando se quiere ayudar a una persona así, el “cúmulo de resistencias” es indecible.” ¡¡Y vaya si lo sabrá y sufrirá a esto ahora siendo PAPA!! Y analiza lo que él llama el “nudo del asunto”: “un proceso de dolor siempre desanima; el haber probado derrotas conduce al corazón humano por el camino de acostumbrarse a ellas, para no extrañarse ni volver a sufrir si surge otra. O simplemente uno está satisfecho con el estado en que está y no quiere tener más problemas. Encontramos reticencia. El corazón “no quiere líos.” Hay temor a que Dios se meta y nos embarque en caminos que no podamos controlar. Hay temor a la visita de Dios. Con esto se va gestando un fatalismo: los horizontes se van achicando a la medida de la propia desolación o de la propia quietud. Se teme a la ilusión, y se prefiere el “realismo” del “menos” a la promesa del “más”. En este preferir el “menos” supuestamente realista hay ya un sutil proceso de corrupción: se llega a la MEDIOCRIDAD y a la TIBIEZA (dos formas de corrupción espiritual), se llega al “negocio” con Dios. Es la lenta, pero fatal, esclerosis del corazón. Entonces el alma comienza a satisfacerse de los productos que le ofrece el supermercado del consumismo religioso. Más que nunca vive la vida de entrega a Dios como una “realización” inmanente de su personalidad. En muchos casos esta realización consistirá en la satisfacción profesional, en otros en éxitos de “obras”, en otros en el complacerse de sí mismos por la estima que le tienen, otros buscarán en la perfección de los medios modernos llenar el vacío que siente su alma con respecto al “fin” que en un momento buscó y se dejó buscar por él. Otros llevarán una densa vida social; procurarán ser tenidos en cuenta en todo lo que implique figuración. Todo esto no es sino parte de algo más hondo: la ya mencionada MUNDANIDAD ESPIRITUAL, como paganismo disfrazado eclesiásticamente.” ¡¡Madre mía: qué capacidad de análisis realista, sincero, desnudo, claro, dolido y descarnado que nos hace Bergoglio!! Ciertamente es algo que lo caracterizó siempre y que en su Pontificado lo vemos, oímos y “rumiamos” constantemente de él. Nunca acomoda la verdad ni negocia la realidad, por muy dolorosa que sean. Más adelante afirma que en esta corrupción “pasan la vida muchos hombres y mujeres, desdiciendo su consagración u ordenación, acomodando su alma junto a la piscina, mirando cómo el agua se mueve y otros se curan. Ese corazón está corrupto. Nuestra indigencia necesita esforzarse un poco para abrir un espacio a la trascendencia, pero la enfermedad de corrupción nos lo impide.” A pesar de la dureza, despojo y contundencia de sus palabras, termina con una invitación a la esperanza: “Y el Señor no se cansa de llamar: “No temas”… ¿No temas a qué? No temas a la esperanza… porque la esperanza no defrauda.”
  • Henry De Lubac, hablando de la MUNDANIDAD ESPIRITUAL dice que ésta “constituye el mayor peligro, la tentación más pérfida, la que siempre renace –insidiosamente- cuando todas las demás han sido vencidas y cobra nuevo vigor con estas mismas victorias. Si esta mundanidad espiritual invadiera la Iglesia y trabajara para corromperla atacándola en su mismo principio, sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral.” Alude a ella como “lepra infame”. Y agrega: “Un humanismo sutil enemigo del Dios Viviente -y, en secreto, no menos enemigo del hombre- puede instalarse en nosotros por mil subterfugios.” ¡¡Para “rumiar” mucho interiormente en nuestra conciencia y ante Dios, estas certeras y proféticas palabras de este GRANDE de la Iglesia!! ¿No os parece?…

Para terminar mi publicación voy a coger esa hebra de esperanza que Bergoglio deja botando dinámicamente en la madeja de su discurso. Y que persiste en su PAPADO. No está todo perdido ni podrido. El demonio no es más que Dios. El poder del mal no es superior al de Dios. Y por ello es que voy a rescatar algunas de sus afirmaciones en las que distingue pecado-corrupción/pecador-hombre corrupto. Los ha distinguido bien. Ciertamente, somos pecadores. Y mucho. Ciertamente, hay corazones corruptos. Y muchos. Y debemos vigilar y orar. Estar atentos hacia adentro de nosotros mismos y hacia afuera, porque como nos lo recuerda el Apóstol San Pedro en su Lectura del Rezo de Completas: “el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar.” No se trata de que nos volvamos paranoicos y obsesivos con el demonio, el mal, el pecado y la corrupción. Ni tampoco que nos volvamos maniqueos. Se trata de vigilancia amorosa y serena, y de sabio discernimiento, curtidos en el silencio, la oración, la austeridad y el compromiso de nuestra persona y vida. Somos muy valiosos para Dios. Nos ama infinitamente. No desperdiciemos tanto don.

Paso entonces a esas alentadoras, consoladoras y esperanzadoras palabras de Bergoglio sobre pecado-pecador-corrupción-hombre corrupto:

“El pecador reconoce su pecado. El corrupto, por el contrario, siempre se quiere disculpar y justificar.

Si el corrupto es soberbio y tiende a culpar a los demás, el pecador tiene como característica asumir su culpa y arrepentirse.

El pecado se perdona. La corrupción, más que perdonarla, debe ser curada. Hay que desterrarla.”

Gracias a este libro me reafirmo en una certeza: hay mucha corrupción en nuestro mundo y Humanidad. Hay muchos corazones corruptos. Pero un mundo mejor es posible (¡¡y urge!!) porque Dios siempre está. Hay que ser valientes, humildes y centrados en Dios para que nuestros hermanos constaten, disfruten, un mundo diferente, mejor y más humano. Además, estoy más que convencida de que en este calamitoso pero maravilloso Mundo y Humanidad, hay millones de personas verdaderamente buenas, rectas, honestas, transparentes, sacrificadas, desinteresadas, generosas, oblativas, humildes… : trabajadoras y constructoras de corazones nuevos y limpios: en las familias, escuelas, instituciones, actividades y proyectos. Y que lo hacen en silencio, sin prisas pero sin pausa, buscando sólo la verdad y el bien, en y para sí mismos, y para sus semejantes. Con y por ellos, el Señor sigue embelleciéndolo, sanándolo y salvándolo todo, en medio de tantos «renglones torcidos» y vicisitudes humanas. Deo gratias!!

“Estoy a la puerta y llamo”…

(Jesús)

¿Qué responderemos?…

Hasta la próxima, amigos.

  • Libro: CORRUPCIÓN y PECADO.
  • Autor: Jorge Mario Bergoglio.
  • Editorial: Publicaciones Claretianas- 2013.
  • Colección «Biblioteca El Mundo.»

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