“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
La entrada de JESÚS en Jerusalén abre las puertas, como dice
el Salmo 23, a Aquél que es el REY DE LA GLORIA…
¡”Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.”
Pero sabemos de sobra en qué consiste esa REALEZA de JESÚS; cómo y para qué es Su REINADO… ¿Qué significa e implica JESÚS REY?…
JESÚS es REY porque es DIOS ANONADADO, REBAJADO y EXALTADO EN LA CARNE HUMANA… SOMETIDO EN TODO, INCLUSO A LA MUERTE y UNA MUERTE DE CRUZ… ES EL SIERVO DOLIENTE… EL VARÓN DE DOLORES… EL SERVIDOR HUMILDE EN EL QUE DIOS SE REBAJA PLENAMENTE, PARA LEVANTARLO SOBRE TODO…
Hoy, el CRISTO REY entra y traspasa, solemne, ceremoniosa, sencilla, alegre, cariñosa y popularmente…en las entrañas geográfico-existencial-bíblico y teológica de su Misterio, Persona y Misión. Traspasa los arcos introductorios de su Misterio Pascual, zambullido por-con y en el Padre, y abrazado por los Hombres… en medio de palmas, ramas de olivo, cánticos… y sobre un burro… Del pesebre de Belén y el hogar de Nazareth, a la Jerusalén bíblico-teológica, para obrar allí la plenitud de la Revelación y de la Salvación… No es una entrada turística ni meramente una visita humana. Tampoco es un hecho anecdótico, pintoresco ni cultural, para entonces y para nuestros días. Ocurre en el contexto religioso-litúrgico de la Pascua judía y en el marco histórico-político-social del Imperio Romano: JESÚS penetra/traspasa en el corazón de los poderes humanos, sobre todo el político-social y el religioso, para “tocarlos” desde “dentro” –como ya lo hizo con la Encarnación, respecto a la condición humana y a la Creación- y así transformarlo, santificarlo, trascenderlo y salvarlo todo y a todos. En su entrar físico y espacial hay, real y esencialmente, un “incrustamiento” de lo divino en todo lo humano; es un “entrar” teológico, porque Éste que entra hoy es el DIOS HECHO HOMBRE y REDENTOR.
JESÚS REY “entra” a la consumación de su Misterio Pascual: sabe a qué, por qué y para qué está “traspasando” esos umbrales. Ya lo venía anunciando. Ya venía recordándonos esa misteriosa y paradojal manera de obrar de DIOS en la imperfección humana: la DEBILIDAD, la DESPROTECCIÓN, la PEQUEÑEZ… la DERROTA y el FRACASO HUMANO… (aparentes)… el DOLOR… la MUERTE… DIOS ES DIOS. JESUCRISTO ES ESE DIOS, ENCARNADO. EN y POR CRISTO “TOCAMOS” A DIOS, LO VEMOS, LO ESCUCHAMOS… LO AMAMOS. Con el Cristo a lomo de burro, y con la multitud –eufórica, ilusionada, pero muy débil- también nosotros somos esos peregrinos de Jerusalén… Lo aplaudimos, elogiamos, aclamamos, cantamos… y traicionamos… y matamos. CRISTO subido-levantado en un burro… y luego subido-montado y colgado en el madero de la Cruz:
“Mirarán al que traspasaron” (nos dice la Palabra de Dios).
Los mismos que lo aclaman y proclaman, y matan: lo miran crucificado.
El “espacio” bíblico-antropológico-social y teológico del día de hoy, nos convoca a penetrar –progresiva, espiritual y litúrgicamente- en la esencia del Misterio Pascual del Señor: PASIÓN, MUERTE y RESURRECCIÓN. Nos llama al intenso silencio, a la contemplación, al “rumiar” interiormente, al cuestionarnos cómo somos, cómo vivimos, cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos… en nuestra relación con ÉL y con los hermanos. El DOMINGO DE RAMOS es el colofón de la CUARESMA, para abrirnos las puertas –de par en par- al MISTERIO PASCUAL. En este camino, nos debe urgir el llamado y la necesidad de la CONVERSIÓN.
En este DOMINGO DE RAMOS, os invito a que –juntos- “entremos” en estos Misterios. No son días de “vacaciones” ni para el ocio mal entendido ni para la evasión infecunda ni para “ausentarnos” en los reclamos de nuestro yo. No es tiempo para “turistear” ni para “descolgarnos” de Dios y de los demás. Son días de interioridad. Días santos. Días en y para Dios.
¡¡DIOS ESTÁ PASANDO!!… Como decía San Agustín: “temamos –tengamos miedo de dejar pasar, de desperdiciar- la Gracia (=DIOS) que pasa”.
Me recojo en Dios. Os dejo con dos “aportes” bíblicos esenciales para este día. Dos “ruedas de auxilio” muy presentes también en la Liturgia que hoy celebra la Iglesia:
PROFETA ISAÍAS: Capítulos 42; 49; 50; 52 y 53:
los CÁNTICOS DEL SIERVO DOLIENTE.
¡¡No os perdáis estos maravillosos textos!!
SALMO 21 (22):
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (continúa el Salmo)
¡¡Salmo también imperdible!!
Hasta la próxima, amigos.