No es ninguna novedad que POLONIA tiene un excelente Cine. ¡Por supuesto que no! Tampoco es una sorpresa que sea generadora de Maestros de FOTOGRAFÍA. En los últimos años, prestigiosos y disputados Directores de Fotografía –para películas, series y documentales- vienen siendo polacos, además de japoneses. Quizás, el tipo de clima y naturaleza que poseen, les inspira y favorece mucho el ser verdaderos artesanos y artistas del Arte de la imagen fotográfica, sobre todo del BLANCO y NEGRO. Con la película “IDA” volvemos a encontrarnos, una vez más, con estas bazas de tanta calidad, oficio y belleza en la pantalla polaca.
Dicho esto, me sumerjo en una GRAN película.
El GUIÓN y DIRECCIÓN corren por cuenta –una vez más- del talentoso: PAWEL PAWLIKOWSKI. Debo decir que, cada vez que este polaco se pone manos a la obra, nos sorprende, nos desborda, nos hace pensar y sentir mucho, y nos embelesa con sus historias, guiones, personajes, “atmósferas”, temas, interrogantes, búsquedas, sensaciones, sentimientos, y –por supuesto-, imágenes, palabras, silencios, gestos, detalles, sugerencias, y la música. Viene demostrando que es ¡muy bueno, “Pan” Pawel Pawlikowski! Otra muestra “de botón” lujoso fue su film “COLD WAR” (año 2017), que también cosechó elogios, premios y nominaciones múltiples y en diversas partes del mundo. Lo cierto es que, este polaco, nunca dejó de ser y sentirse polaco, por más que –desde muy joven- emigró con su madre a Gran Bretaña y, en la Europa libre, fue forjándose como persona y como cineasta de prestigio, valía y experiencia. Sus varios trabajos así lo atestiguan, pero estas últimas películas suyas, esencial y brillantemente polacas, son de una calidad y nivel –en todos sus aspectos y componentes-, que nos ofrecen un creador muy personal y maduro ya. Y se lo agradecemos.
IDA es un film muy personal suyo, y creo que tiene mucho de sustrato de su universo e historia personal, en el personaje principal y en la historia y el proceso del relato. El Guión, creado por él, es un entretejido lleno de capas, estratos y matices, que hay que ir desvelando y “leyendo” en cada milímetro de cada fotograma, pues nada está explicitado totalmente: reinan las sugerencias permanentes. Pawlikowski nos regala, en esa neutralidad fría y tensamente intensa, un cúmulo de silencios, gestos, miradas, y sólo algunas palabras esenciales. Su Guión es un trono de contención, “apriete”, intensidad, dureza (propia de lo polaco), resililiencia, y un estar –permanentemente- “diciendo” mucho más de lo que dice…
Este film se alzó, merecidamente, con multitud de valoraciones positivas, premios y nominaciones, de toda clase y en todas partes del planeta. Incluso llegó a coronarse con el Óscar como “Mejor Película Extranjera”, colocando a Polonia, por vez primera, en ese Olimpo cinematográfico.
Es una cinta que lo tiene todo. De ésas que llamamos: completas.
Nos ofrece una historia potente, tan compleja y difusa como es la misma Polonia y su Historia, y como lo es esa Fotografía en blanco y negro elegida por el Director para filmar. Esa POLONIA de capas, de velos, llena de misterios; torturada siempre, a lo largo de los siglos, masacrada por las Guerras…, y estigmatizada por el nazismo y el martirio de los judíos.
El personaje principal: la novicia Anna/Ida, y también su tía, y los demás que se van engarzando, como eslabones a la trama del relato, son latidos y ecos de ese pasado que sigue pesando, de esa tragedia que sigue marcando el hoy del pueblo polaco. Sus duros genes se han hecho de frío y sangre, con infinidad de muertos, casi todos mártires. Sólo resta como única posible reparación y redención, enterrarlos dignamente, como personas humanas, y como familia. ¡Estremecedoras secuencias!
En las escenas, con los personajes, viajamos en esa especie de “road movie”, y nos vamos adentrando en esa desgarradora pintura de las entrañas íntimas de la historia y realidad de Polonia, y sus consecuencias latentes hasta hoy, personificadas, representadas y simbolizadas en esta novicia que –a punto de Profesar sus Votos de Consagración Religiosa-, conoce su verdadero origen e identidad.
Los estragos devastadores de la tragedia de la Guerra Mundial, y luego el Régimen Comunista, no sólo robaron vidas, sino esencias personales: raíces y nombres, sentido de pertenencia y de “continente” y, por ello, la alegría y la esperanza. Así, como puede verse claramente en el personaje de la tía (y otros), las personas deambulan, y sólo sobreviven existencialmente cómo y cuánto pueden, y hasta dónde pueden…
En el caso de Anna/Ida, su viaje es “ad intra” para poder ir luego “ad extra” y ser libre, dueña de sí misma…, aunque sin certeza ninguna en ese “blanco y negro” peregrinar existencial… Su proceso demoledor fue “chocar” con sus raíces, con su yo, ¡hasta con su verdadero nombre y apellido!, para llegar a la VERDAD de sí misma y de todo, llegar a la esencia de sí misma. ¡De eso se trata realmente lo de quitar y correr el VELO en y para ella! En este personaje se nos plantea una durísima y contundente verdad: “puedes ser toda tu vida lo que y como no eres realmente”. El engaño, y peor aún: el autoengaño –y consentirlo-, es la tremenda tragedia en que podemos caer. Ahora bien, una vez corrido y quitado el velo, y liberada la esencia de nuestra identidad, de nuestro yo, y puestos a peregrinar –como lo hace ella afanosamente al final-, me quedan estas preguntas picando de lo que PAWLIKOWSKI me sugiere:
¿qué… quién… final y realmente puedes, quieres, decides ser?…
Ésta es así una película metáfora de Polonia, y de la condición humana, dirigida magistralmente por Pawlikowski, con una “muñeca” que mantiene todo el tiempo el “pulso” firme, en un ritmo de “a fuego lento”, intimista, y como invitación a contemplar e ir “hacia adentro”, fotograma tras fotograma. Con una brillante Dirección de actores, sobre todo de la protagonista (que nos atrapa y deja boquiabierta, segundo a segundo), acompañada de un solvente Casting y actuaciones secundarias, encabezado por la actriz que interpreta a su tía: ¡impecable en su interpretación! ¡Es que la Escuela Teatral de Polonia es de tradición y madurez centenaria! Y su Cine, va in crescendo. No decepciona. Por eso, mis encendidos aplausos y elogios para ¡AGATA TRZEBUCHOWSKA y AGATA KULESZA! que llevan el peso específico de la película, acompañadas de un convincente Casting y actuaciones secundarias.
IDA es una película “Magna Cum Laude”, más que aconsejable para los amantes cinéfilos, y también para los que gusten de las buenas y serias cosas, y para los que aman el Arte… porque es, sobre todo, ¡muy bella! Con ella os dejo. Luego me contáis.
Hasta la próxima, amigos.