“HABLA CUANDO TUS PALABRAS SEAN TAN o MÁS VALIOSAS QUE TU SILENCIO”.

(Proverbio chino).

Hay muy pocas cosas que sean tan sonoras como el SILENCIO. Las ondas del SILENCIO se explayan, relajadas y penetrantes, arrasándolo todo, siempre muy honda y sutilmente.

Muchas veces nos hemos preguntado cómo y porqué el Oriente fue y es más milenario, resiliente, fuerte y fecundo que Occidente. La respuesta más acertada es su ser esencialmente silencioso y “hacia adentro”; poco dado a la elocuencia, verborragia, charlatanería, superficialidad, exterioridad, inmediatismo, ser festivo y placentero, más propio de los occidentales. Han ido siempre más a las esencias, con una actitud y estilo de vida más contemplativo. En esto radica fundamentalmente su identidad y su proyección milenaria. Estos hombres y mujeres, estos pueblos, han resistido a TODO, y han sobrevivido a TODO, con una increíble potencia de resiliencia, estabilidad y fecundidad. Aún en nuestros días. Han visto consumirse y desaparecer; en muchos casos: degenerar, a otros pueblos, culturas, razas, Regímenes, Imperios, Sistemas… y ellos “ahí están”, incólumes, siendo los de siempre, aún evolucionando y cambiando. Pero siguen siendo orientales. Y así siguen sorprendiéndonos. ¡Mucho debemos aprender de ellos!, sobre todo lo bueno, que tienen mucho.

Pues bien, no olvidemos que personas y movimientos esenciales, revolucionarios y transformadores de la Historia y del Mundo, también en lo religioso, fueron y son orientales: Jesús; los Padres del desierto; los orígenes del Monacato… y sentaron las bases y el dinamismo de tiempos y de una Humanidad distinta y mejor. Han sido grandes Maestros de vida y Sabios de la Verdad, los Valores, la Espiritualidad y el Amor.

Si hay algo que ha caracterizado, milenariamente, por ejemplo a los chinos, es su capacidad de silencio. Algunos dirán: “parece que no matan una mosca”, o que viven en una burbuja o “idos” de la realidad en la que se encuentran. Parece. La tragedia del Coronavirus nos ha colocado de bruces frente a este pueblo. No voy a entrar a analizar esto, porque no es mi finalidad en esta publicación. Quizás alguna vez escriba más in extenso y en profundidad sobre ellos, pero ahora no lo haré. Son un “elefante dormido”, muy complejo y polémico, pero son seres humanos, hijos de Dios como cada uno de nosotros: y también Cristo ha muerto y resucitado por y para ellos. Tienen una maravillosa, dolorosa y riquísima historia, tradición y cultura, que atesoran y transmiten milenariamente en silencio. Por eso elegí ese proverbio de ellos para titular mi publicación.

Ya lo deben saber: voy entonces a hablarles del SILENCIO.

Nosotros no somos chinos. Quizás (porque hay mucha gente que lee lo que escribo). Tampoco tenemos que serlo para descubrir, entender, atesorar, vivir y comunicar el silencio. Nosotros somos lo que somos, y así podemos y NECESITAMOS el silencio.

Para referirme a ello, voy a trazar algunas líneas basándome en un libro de un autor que no es oriental sino africano, pero viene de un continente que invita a la CONTEMPLACIÓN, por lo maravilloso, rico y bello que es, y es uno de los mejores TEÓLOGOS DEL SILENCIO que hay en el Mundo y la Iglesia Católica actualmente: el CARDENAL ROBERT SARAH.

Ahí os he presentado su libro.  El Cardenal Sarah tiene varias otras obras publicadas, en alguna ha trabajado junto con el Papa Emérito Benedicto XVI. Parece que entre Teólogos “va la cosa”. Los sabios se atraen entre sí, porque la búsqueda de la Verdad, su contemplación, profundización y vivencia, siempre atraen.

El PREFACIO del libro es una verdadera joya. Su autor: el Papa Emérito.

No haré comentarios de ello porque lo arruinaría.

Es un texto que obliga a su lectura.

No esperéis tampoco que haga alusión a algunas polémicas y “corrillos” vaticanos y eclesiales en torno a la persona del CARDENAL SARAH. No me interesan. Nunca me han gustado los cotilleos ni los que “son más papistas que el Papa”. Además, a medida que voy envejeciendo me voy convenciendo más y más de que TODOS tenemos una historia; que TODOS somos humanos, maravillosos pero humanos: limitados, imperfectos y débiles; que no somos quiénes para juzgar y condenar a nadie, porque tenemos muchas “vigas” en nuestros “ojos” y no debemos ir por la vida como perfectitos y santitos. ¿Quién de nosotros puede erigirse un altar y erguirse en él?… Si hay algo que caracteriza el Papado de Bergoglio, el Papa Francisco, es su permanente predicación sobre la Misericordia, la Compasión, la Ternura. Ésa parece ser la Justicia para este Papa. Con ello se hace eco del Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica “Dives in Misericordia”, en la que aquel SANTO PADRE afirmaba que “el nuevo modo y rostro de la Justicia es la Misericordia”. Y todo ello me recuerda al gran San Agustín quien, en su Tratado de la Gracia, afirmaba que “el Trono de Dios es la miseria humana, porque allí está Su Misericordia”. Conforme a todo esto es que enmarco al CARDENAL SARAH y a esta publicación mía. Dicho Cardenal ya no está en el servicio activo eclesial y pastoral. Está retirado, por su edad. Lo cierto es que durante toda su vida vivió para Cristo y la Iglesia. Y desde su jubilación lo sigue haciendo. Nunca cometió ningún error en lo doctrinal, y tampoco en su obediencia y fidelidad al Papa y a la Comunión Eclesial, aun cuando planteara matices: nunca sobre la esencia del Depósito de la Fe ni de la disciplina, obediencia y sujeción al Sucesor de Pedro ni a la Comunión Episcopal y Eclesial.

Aclarado esto, diré que el Cardenal Sarah es una de las mejores y más ricas voces de la Iglesia Católica en la TEOLOGÍA DEL SILENCIO. Cuando leemos sus libros, y más puntualmente éste, constatamos que es una persona sólida doctrinalmente; que es un contemplativo nato, desde siempre, aun en sus muchas responsabilidades y actividades pastorales a lo largo de su vida: tiene mucho de místico, es un hombre de ORACIÓN, un contemplativo también en la acción; que goza de una exquisita y elevada sensibilidad espiritual y artística; que se expresa con claridad y precisión; que está dotado de un intenso humanismo; que ama y vive la Liturgia; y que tiene un entrañable y vívido Amor a Cristo y a la Iglesia.

En este libro, surgido de una entrevista con el periodista francés Nicolás Diat, el CARDENAL SARAH va respondiendo a las preguntas “desmenuzando” y “rumiando” sus reflexiones y contemplaciones sobre el silencio. Nos encontramos con una catarata más que abundante, profunda y rica de textos bíblicos, de la Patrística, del Magisterio, de místicos y autores, escritores y pensadores (de Oriente y Occidente) a los que el CARDENAL alude y acude para fundamentar y enriquecer sus afirmaciones. Es como encontrarnos con las fuentes de la mística y con los abrevaderos eclesiales de años y años que van nutriendo el tema del silencio. Volvemos a entrar en toda la riqueza de la TEOLOGÍA ESPIRITUAL y de los grandes Maestros de ayer y de hoy en la ORACIÓN, SILENCIO y CONTEMPLACIÓN.

No se trata del silencio por el silencio mismo. Él no plantea el tema ni lo equipara ni iguala a mutismo. El libro nos desnuda al silencio en su esencia, en su razón de ser y en su finalidad. No se trata de no hablar; de no expresarse; de “callarse”. No es un “chitón boca”. El CARDENAL nos regala un rosario de perlas preciosas con sus palabras sobre el silencio, la oración, la contemplación, el Amor, la vida, la Eucaristía, los Sacramentos, la Liturgia, la belleza, la enfermedad, la soledad, las relaciones humanas, DIOS, la muerte, las ausencias, la amistad, el misterio, la palabra, las luchas, la injusticia, el mal y pecado, el Cielo, lo sagrado, la pedagogía divina, lo social, la Iglesia, el ser y el hacer, el echar a Dios convirtiéndolo en un ausente… ¡¡Son páginas imperdibles!! Un verdadero tesoro. ¡¡No dejéis de leerlas!! Son como una médula espinal que nutre toda la columna y el entramado de sus palabras. ¡¡Leedlas!!

A medida que leemos y “rumiamos” con el CARDENAL SARAH, descubrimos y sentimos que no sólo nos hallamos con pensamientos y reflexiones. Descubrimos convicción y vivencia de toda su persona en lo que va diciendo. Y por eso no sólo reflexionamos sino que nos cuestionamos y nos convencemos de lo que él nos dice. Al leer “tocamos” la intimidad del corazón y de la espiritualidad del CARDENAL. Realmente lo que él va haciendo en esas páginas no es más que compartir su mente y su alma y su propia experiencia de vida y de Fe y Oración. Con una exquisita y bella delicadeza, sensibilidad, y vivencia. Nos encontramos con el TEÓLOGO pero también con el HOMBRE, el OBISPO, el CONTEMPLATIVO, el AMIGO, el PASTOR.

El libro nos ofrece un camino por el que debe dirigirse nuestra civilización, tan sometida a la dictadura del ruido. ¡¡Cuánto RUIDO en el Mundo de hoy y en la Humanidad!!, Cardenal Sarah. ¡¡Qué aturdimiento, qué “tapaderas”, las de los Hombres de hoy!! ¡¡Cuánto miedo a la soledad y al silencio!! ¡¡Cuánta mentira, retorcimiento, falta de transparencia, acomodaciones y charlatanería!! ¡¡Cuánta verborragia que no dice nada!! ¡¡Cuánta huida de ese “irnos hacia adentro”!! ¡¡Estamos y estaremos perdidos si no redescubrimos el silencio!! ¡¡Nos precipitamos y precipitaremos en la nada si no vivimos el silencio!! Si ya no sabemos callar, si no cerramos los ojos, nos privaremos del MISTERIO: sin el MISTERIO nos vemos y veremos reducidos a la banalidad de las cosas terrenales. El MISTERIO como vivencia sólo es posible en el SILENCIO. Porque el MISTERIO nos abre a todo aquello que nos trasciende, nos maravilla, nos eleva, nos embellece, nos enamora. El MISTERIO nos lleva a DIOS. Y DIOS ES SILENCIO. Y su obrar es siempre silencioso. Dios desaparece en el RUIDO. No gusta de él. El ruido nos impone su dictadura un día tras otro, acostumbrándonos, cual droga, a él. Pero el ruido nos engendra desconcierto, dispersión, descentrarnos, conflictos… En cambio, el silencio forja nuestra persona, en su identidad, sustrato y funcionalidad. Nos hace sólidos. La palabra dicha es propia del ser humano. El Hombre es tal porque puede HABLAR. Pero realmente lo que carga de sentido a esa palabra hablada es el silencio. Es que el silencio nos permite también acercarnos DE VERDAD a los demás. Por eso el silencio está íntimamente ligado al AMOR. ¡¡Qué bella esa expresión que dice: “Te amaré en silencio”!! La exuberancia de palabras va acompañada de una ausencia de lo esencial. En general todos hemos constatado que, cuando amamos y cuanto más amamos, menos palabras necesitamos, tanto en la amistad como en el matrimonio como en todo ese universo de relaciones familiares y sociales que vivimos cada día. Es que el silencio permite elevar cualquier sentimiento a su estado más perfecto, puro y pleno. El silencio interior no nos aísla jamás de los demás. Más bien, los demás, por y en mi silencio, penetran más fácil e íntimamente en mi interior. Por eso el silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque nos capacita justamente, desde la intimidad de nuestra persona, para captar, acoger, asumir y amar a los demás. Es que es en el silencio donde suceden los grandes acontecimientos; en esta vida lo verdaderamente importante, esencial y lo bello, ocurre en silencio. Lo extraordinario también siempre ocurre en silencio. Como decía ROMANO GUARDINI: “Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos”. No habrá cambios, no habrá revolución, sino hay silencio. De ahí que no basta callar sino que HAY QUE CONVERTIRSE EN SILENCIO: SER SILENCIO.

Ahora bien, es absurdo hablar de SILENCIO INTERIOR SIN SILENCIO EXTERIOR.

Por eso, el SILENCIO EN LA VIDA DIARIA ES CONDICIÓN INDISPENSABLE PARA VIVIR CON LOS DEMÁS. ES CONDICIÓN DE LA ALTERIDAD, NOS HACE HOSPITALARIOS y ES UNA NECESIDAD PARA ENTENDERSE y ORDENARSE A UNO MISMO.

Así, el SILENCIO nos da orden, equilibrio, paz, armonía y una gran libertad. El SILENCIO nos integra como persona.

Y nos enseña que el ser humano no sólo se expresa con palabras.

El libro del Cardenal Sarah termina con un remate de lujo: el capítulo V, llamado “Como un grito en el desierto”. Contiene el riquísimo diálogo en la GRANDE CHARTREUSE con su Prior General: DOM DYSMAS de LASSUS, de la Orden de los Cartujos. Todo lo que yo pudiera comentar de este encuentro, sobra. ¡¡Es para leerlo, “rumiarlo”, saborearlo, sentirlo y vivirlo!!

Alguien me dijo una vez: “En los tiempos actuales cualquiera ya publica un libro, y es llamado escritor”. ¡¡Cuánta razón!! Pues bien, queridos y aguantadores lectores míos: el libro del Cardenal Sarah y este capítulo final no son “uno más”. No recibirán el Premio Nobel ni ninguna otra distinción, pero es de las páginas escritas más bellas, nobles, profundas y consistentes que se hayan escrito en nuestro ruidoso y “moderno” Mundo.

Comprad el libro. No es tan caro. Vale la pena gastar en él.

“Rumiadlo”. Atesoradlo. Vividlo. Compartidlo. Dios, en su silencio, os lo agradecerá.

Y los demás también.

Me despido de vosotros, amados lectores, hasta la próxima. En silencio (mutis por el foro).

  • Libro: LA FUERZA DEL SILENCIO. Frente a la dictadura del ruido.
  • Autor: Cardenal Robert Sarah (con Nicolas Diat).
  • Editorial: Palabra (Madrid)- 2019- 8ª Edición.

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