Exhortación Apostólica: AMORIS LAETITIA (Papa Francisco). (5ª parte).

El Papa ha nombrado a este capítulo VII así: “Fortalecer la educación de los hijos”. Otra de las partes esenciales de su Documento, tanto que ya desarrolló el tema de los HIJOS en el capítulo dedicado a la fecundidad del amor matrimonial. Pero ahora lo retoma y profundiza, a la luz de lo que es la “paternidad y maternidad responsables”: no se trata sólo de concebir y parir hijos, se trata de educarlos y formarlos como personas integrales.     

 ¡Ser padres es algo MUY serio! ¡Y el Papa Francisco también lo sabe!

Todo lo que Bergoglio se explaya en este capítulo, bien podría ser como un manual para los padres. Es reflexivo, profundo, sustancioso, realista, muy humano, práctico y actual en todo lo que expone, analiza y propone. Diría yo más aún: el Papa nos recuerda y refresca la memoria y la conciencia sobre muchas cosas archiconocidas pero… ¿olvidadas, despreciadas… “pasadas de moda”? Es como que nos “obliga” invitándonos a plantearnos nuevamente qué y cómo estamos haciendo con nuestros hijos.

No voy a exponer ni a desarrollar los contenidos de este provechoso capítulo. Lo hago así por “mala intención”, para “obligaros” a que lo leáis, en solitario y con vuestra pareja. Es imperdible, sin ningún desperdicio. Os aseguro que nos hace reflexionar mucho y reactualizar muchos de nuestros criterios, valores, matices y actitudes de vida.

Lo que haré será compartiros, solamente, algunas conclusiones de mi meditada lectura:

  1. ¿DÓNDE ESTÁN LOS HIJOS?… No sólo en lo físico y espacial ni sólo en lo temporal. ¿Qué hacen?… ¿Cómo son, cómo actúan, qué los motiva, qué tienen en su cabeza-alma-corazón?… Se trata de un saber acompañado de hondo conocimiento de la persona de nuestros hijos; un saber-conocimiento que tiene mucho de existencial. Ello implica no control represivo ni asfixiar, sino: vigilar, no descuidar, guiar, dialogar, acompañar, estar atentos, advertir, orientar, prevenir, enseñar a discernir, corregir, compartir, estimular… Significa ESTAR con los hijos también mucho: física, espacial y temporalmente. Gran cantidad de males se evitarían y curarían si viviéramos con esta conciencia.
  2. Todo ello es porque amamos a nuestros hijos, realmente. Son un regalo (no una posesión), una bendición, pero también una exigencia, responsabilidad y compromiso. Porque nos fueron dados para educarlos y formarlos para la vida, para una madurez plena, libre y responsable: EDUCAR = FORMAR integralmente, PERSONAS.
  3. Los PADRES son los primeros, esenciales e irreemplazables FORMADORES MORALES, con su palabra, respeto, confianza y actuar cotidiano. Ello apunta a: a) educar en y para el BIEN y las COSAS BUENAS. b) no sólo teoría, ideas, principios y valores sino con CONVICCIÓN, ARRAIGO y COHERENCIA COTIDIANA. c) tener claro y firme cómo educar-formar en y para LO BUENO, la MORAL. La FAMILIA es la primera escuela de los valores humanos, desde la niñez. Es la primera y esencial educadora en y para la VIRTUD, y ya sabemos que ésta no existe sin el BIEN.
  4. Estimular actitudes, comportamientos, conductas y valores para motivar moral y existencialmente a los hijos: mediante la REPETICIÓN COTIDIANA de todo eso. En el día a día de la vida. Así irán encarnando y viviendo una CONDUCTA MORAL.
  5. EDUCAR PARA LA LIBERTAD ORDENADA AL BIEN, LOGRANDO ASÍ PROGRESIVAMENTE, LA VIRTUD. No se trata de educar en ni para cualquier tipo de libertad ni para ninguna de ésas que siempre terminan siendo una esclavitud. Sólo se es libre en el Bien y en la Virtud.
  6. Inculcar, practicar, insistir y vivir el sentido y valor de la JUSTICIA y del ORDEN.
  • VALOR DE LA SANCIÓN COMO ESTÍMULO: corregir, limitar, exigir. El enseñar a pedir perdón, a reparar, a enmendar, incluso desde las cosas de la vida cotidiana, aunque sean pequeñas. El valor y necesidad de la pena y el castigo: remedios correctores y ordenadores al Bien. Educar en la responsabilidad de las acciones (y sus consecuencias) no es igual a crear complejo de culpa.
  • Corregir con amor, pero con firmeza y autoridad. Y siempre dejando claro, innegociable y contundente: LO BUENO, qué está bien y qué está mal. No todo lo que alguien quiere y puede hacer, debe hacerlo.
  • El Valor de la DISCIPLINA: ésta no mutila sino que estimula, ordena, modera, equilibra y fortalece la personalidad. Es constructiva.
  • PACIENTE REALISMO: los hijos no son un embudo ni atolladero para inyectar, meter y atorar con todas las cosas antes citadas. Son personas, como nosotros y, por ello, sujetas a procesos, cambios, evolución y crecimiento. La educación-formación de los hijos requiere una “pedagogía” del tiempo, de los ritmos, de los pequeños pasos. Seamos exigentes, pero no súper exigentes: no asfixiemos. En esos procesos no pidamos demasiado, porque podemos lograr nada. La progresión y proporción forman parte de ese acompañamiento de la educación-formación de los hijos. Se trata pues de un proceso de: asimilación, encarnación, convicción y vivencia de todo eso inculcado. Vamos viendo y constatando el crecimiento y consolidación de la vivencia del BIEN en los hijos. Todo ello paulatinamente, in crescendo, madurando lo propuesto por los padres.
  • Esta educación-formación debe tener como MODELOS a los PADRES y ADULTOS, para evitar la desilusión, incredulidad, rebeldía, heridas y rechazo. Me pregunto siempre: ¿qué ven, qué reciben de nosotros (los adultos, muchos padres) nuestros hijos: niños, adolescentes y jóvenes? ¿Qué les estamos ofreciendo?… ¿Qué y cómo estamos siendo y haciendo por y para ellos?… ¿No somos acaso los culpables de muchos tipos de jóvenes que no viven el Bien?… ¿Qué herencia les estamos dejando a nuestros hijos?…
  • Educar en la PACIENCIA y en la RESILIENCIA para evitar hijos atropelladores, caprichosos, reclamadores, delirantes, ansiosos-nerviosos, exitistas, débiles, inconstantes e inmaduros. No al inmediatismo y al exitismo. Educar enseñando la realidad del fracaso como experiencia en la vida, y cómo superarlo, asumirlo e integrarlo psíquica y existencialmente. Se trata de inculcar la “pedagogía del TIEMPO” y de la SABIDURÍA del vivir cotidiano.
  1. Educación-formación de los padres y familia en el CUIDADO: aprender, crecer y vivir el CUIDAR la Creación toda y a todos los semejantes. Replantearse los hábitos de consumo, muchas veces consumismo.
  2. Educar-formar para la sensibilidad ante el dolor familiar y de los demás.
  3. Educar-formar en la TECNOLOGÍA, como comunicación y encuentro.
  4. Valorar, inculcar y vivir el Valor de la AMISTAD.
  5. La ESCUELA, más aún si es católica, como otra “pata” en la mesa de la educación-formación de los hijos. Integrarse en ella, comprometerse con ella.
  6. La CATEQUESIS y la inserción y vivencia en la Iglesia.
  7. La EDUCACIÓN SEXUAL: positiva, prudente, delicada, progresivamente adaptada a las edades, etapas y procesos de los hijos. Entendida solamente en el marco, raíz, motivación y Valores de una educación para el AMOR, para la donación mutua, la comunión y la fecundidad. No debe ser sólo información y no debe reducirse a la mera genitalidad. Nuestros hijos son PERSONAS, no animales. Debe ir acompañada también del discernimiento crítico de todas las propuestas y experiencias de sexualidad actuales, que son como un bombardeo para niños y jóvenes especialmente. Se trata de educar-formar el instinto, las hormonas, el valioso y maravilloso “lenguaje del cuerpo” y, por supuesto, el Valor del PUDOR, la MODERACIÓN, la PRUDENCIA y de la CASTIDAD. Inculcar, asimilar, amar y vivir la DIFERENCIA: VARÓN-MUJER: que los hijos aprendan y vivan el aceptarse, el ser, el presentarse, el reconocerse mutuamente así. La Ley Natural, además de las Sagradas Escrituras y la Iglesia, así lo reconocen, revelan y transmiten: “no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar.” (nº 286). Rechazar todos los fundamentalismos ideológicos y culturales, muy arraigados de antaño, y tan en boga actualmente: MACHISMO- HEMBRISMO. Realmente, no llevan a nada.
  8. TRANSMITIR LA FE: los PADRES SON LOS PRIMEROS CATEQUISTAS. Junto con su FAMILIA constituyen lo que el Concilio llamó “IGLESIA DOMÉSTICA”. Acá también debe darse una personalización de la Catequesis: ésta debe ir adaptándose a cada hijo, respetando y acompañando sus procesos en la Fe y en la vida cristiana. La familia es así un sujeto privilegiado de la acción pastoral de la Iglesia, ad intra de ella y ad extra, porque se inserta y encarna en el mundo: la familia evangelizadora, la que sale al encuentro de la Humanidad. Para ello es esencial el ejemplo convincente de los padres: orantes, espirituales, religiosos, coherentes, abiertos, comprometidos, activos y solidarios, en lo eclesial y en lo mundanal.

Voy ya acabando esta publicación y, próximamente, este dossier sobre este Documento del Papa Francisco. Os invito a acompañarme en la 6ª parte. Gracias.

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