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Hoy no agregaré ningún comentario. La imagen –que nos retrotrae al maravilloso relato evangélico de la PARÁBOLA del HIJO PRÓDIGO y el PADRE BUENO- tiene tal potencia de significado, transmite tal mensaje, es tan bellamente expresiva y nos cuestiona y moviliza tanto, que –frente a ella- mis palabras sobran. Contemplad y “rumiad” vosotros, interior y profundamente, esta escena… que es más real y reiterada, en nuestra vida personal y de los demás, que lo que la pintura y el texto evangélico nos regalan. Quizá sería muy apropiado que releáis la PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO y EL PADRE BUENO en vuestro EVANGELIO…
SALMO 114 (116, 1-9)
“Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia.
Invoqué el Nombre del Señor: “Señor, salva mi vida”.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo: arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.”
Os deseo un fecundo momento de ORACIÓN y LECTIO DIVINA.
Hasta la próxima, amigos.