El capítulo IV es central, esencial en esta Exhortación Apostólica. Allí Bergoglio se explaya bíblica, teológica y antropológicamente, respecto al amor y al matrimonio. Es, probablemente, el o uno de los capítulos más sustanciosos y bellos en contenidos que se hayan escrito. A mí, personalmente, es una de las partes que más me gustó y colmó de este Documento. Su título: “El amor en el matrimonio”. Su exposición es de tal envergadura que se centra en el Himno a la Caridad, de San Pablo, de la 1ª Carta a los Corintios 13, 4-7. Texto muy familiar para nosotros, y bastante trillado musicalmente. Pero: ¿somos conscientes y comprometidos con eso que cantamos tanto?… El Papa nos lo recuerda, versículo por versículo, en su exégesis, análisis y catequesis. Y lo valioso es que no se va por las nubes ni en inalcanzables vuelos teológicos. Es sólido y rico en la doctrina que expone, pero lo hace “aterrizando” eso en la cotidianidad, en ese acontecer de cosas, hechos, actitudes y detalles concretos. ¡Es un pecado no leer y “rumiar” mucho interiormente en el alma, corazón y cabeza, este capítulo! Creo que es una de las catequesis más realistas, concretas, prácticas, humanas, ejemplificadas –a la luz de la Palabra de Dios- que se hayan dado en nuestra Iglesia. Gracias a ella, el Papa insiste en hablar de “caridad conyugal”: “el amor que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la gracia del Sacramento del Matrimonio… es una unión afectiva, espiritual y oblativa, pero que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de subsistir aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten.” (nº 120)
Y ahonda en esto, ya que se explaya en varios números en el tema del crecimiento y proceso en esa “caridad conyugal”. Un proceso que arranca –y siempre debe arrancar- del sólido fundamento de la AMISTAD: los novios, los esposos, primero deben ser AMIGOS. Una amistad por y en el amor. Ahondada y consolidada en el tiempo, sin quemar etapas, sin prisas y en dinámico crecimiento. Porque se está cimentando, arando, sembrando, regando y nutriendo el amor para toda la vida, para siempre. Incluso alude a la recíproca y creciente “contemplación mutua” de los esposos: un “amor contemplativo”. Soy contemplada porque soy amada y contemplo al otro porque lo amo. Pero no se trata de algo idílico y bucólico, folletinesco y sensorial, sino enraizado en el sólido fundamento del amor, que va más allá de toda sensiblería y emotividad baratas. Una contemplación para hacer feliz al otro, para colmarlo. ¡Qué queréis que os diga: el Papa es magistral en estos párrafos! Os exhorto a que los leáis y os zambulláis en todo lo que contienen. Son verdaderamente maravillosos.
Yo, como supondréis, recordé muchísimo –en todo este capítulo IV- a DIANA GABALDON, la creadora literaria del “universo OUTLANDER” y a todos los que hacen y nos regalan -en la pantalla- a la Serie OUTLANDER. ¡Imposible evitar hacer esta relación, confirmarnos en ella, y disfrutarla una vez más! Leyendo al Papa, es como si acompañáramos sus páginas con aquéllas de la pluma de Gabaldon; como si esta escritora brillante bebiera de todo ese discurso y narrativa papal y religiosa; como si circularan por sus escritos –y por la pantalla de TV- toda esa sangre, savia, vida y mística de las Sagradas Escrituras, la Teología y la Antropología.
En la 4ª parte, a continuación, os ofrezco más de este maravilloso Documento. Os invito a seguir acompañándome. Gracias.