DOCUMENTO: “LA SINODALIDAD EN LA VIDA y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA”.

“Comisión Teológica Internacional”

En el año 2018, esta COMISIÓN, reunida durante mucho tiempo, y con la encomienda del PAPA FRANCISCO, de elaborar un Documento que ayude, a la preparación del próximo “SÍNODO DE OBISPOS”, previsto para octubre de 2023 y octubre de 2024 (en dos etapas de sesiones), nos ofreció este Documento de mucha valía, realismo, necesidad y esperanza.

Todos estos años, hemos ido preparando este magnánimo Encuentro eclesial, en nuestras comunidades cristianas-católicas. En todas nuestras parroquias, diócesis, pastoral, grupos, movimientos, instituciones, ministerios, servicios y carismas eclesiales. Han sido años de reflexión, lectura, estudio, reuniones, asambleas, convivencias, y mucha vida de oración y de alimentarnos en y con la Palabra de Dios y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Nada de todo esto fue ni debe ser, meras reuniones, debates, charlas-conferencias, actividades de matiz exclusiva y excluyentemente humanos. SOMOS IGLESIA y como tal, TODO LO QUE SOMOS y HACEMOS y VIVIMOS, es y debe ser siempre: CON, POR, EN, DESDE y PARA JESUCRISTO y la CONSTRUCCIÓN y CRECIMIENTO FECUNDO de SU IGLESIA. Es ÉL y SÓLO ÉL Quien nos ha convocado –en y desde SU IGLESIA-, y sólo esto es lo que da sustancia, identidad, potencia, dinamismo y proyección a todos esos trabajos nuestros, a lo largo de estos años, para preparar este próximo “SÍNODO DE LA SINODALIDAD”. No es la reunión común y corriente de una institución humana, ni de una organización sistemática y estructurada: esto se trata de RESPUESTA ECLESIAL a un LLAMADO: EL DE CRISTO, hecho a través de esa mediación humano-divina, que es SU IGLESIA, FUNDADA-INSTAURADA POR ÉL, CON SU VICARIO –TAMBIÉN ELEGIDO y FUNDAMENTADO POR ÉL MISMO-: el APÓSTOL SAN PEDRO, en la encarnación de sus Sucesores: el PAPA, el SUCESOR DE PEDRO, el VICARIO DE CRISTO. ¡Todo esto es lo que hemos ido preparando, porque DIOS es Quién NOS HA IDO PREPARANDO: ÉL ES QUIEN HA IDO PREPARANDO ESTE SÍNODO!…

Este DOCUMENTO goza de una sólida fundamentación doctrinal, que hunde sus raíces en las “SAGRADAS ESCRITURAS”, la TRADICIÓN, el MAGISTERIO de la IGLESIA, la TEOLOGÍA, y la vasta, consolidada y constante experiencia PASTORAL y EVANGELIZADORA de nuestra Madre la Iglesia, a lo largo de los tiempos. No es un texto en el que se nos exponen ideas, teorías ni opiniones, ni proyectos y propuestas de exclusivo matiz y motivación humanas (por muy loable que esto sea, y que también forme parte de la vivencia del “EVANGELIO”). Esta COMISIÓN ha trabajado, elaborado y legado TODO, DESDE DIOS EN LA PERSONA DE JESUCRISTO: DIOS HECHO HOMBRE, PARA SALVAR y ASÍ ELEVAR A CADA HOMBRE. De ahí entonces, que nos encontremos –en sus páginas-, con permanentes REFERENCIAS BÍBLICAS, DESTACÁNDOSE EL “NUEVO TESTAMENTO” –SOBRE TODO EL “EVANGELIO”, los “HECHOS DE LOS APÓSTOLES”, las “CARTAS APOSTÓLICAS”, y también el “APOCALIPSIS-. Junto a ello, encontramos también, la presencia constante de los “PADRES de la IGLESIA” (la “PATRÍSTICA”), y la “TRADICIÓN ECLESIAL” (el DOCUMENTO nos va ejemplificando y enriqueciendo, todo lo que expone, con testimonios, textos, y la vivencia-experiencia de los cristianos de las comunidades eclesiales, desde el siglo I d. C. hasta nuestros días). Recordamos y palpamos así, la vitalidad dinámica y creciente de la Obra del ESPÍRITU SANTO en, por y para la IGLESIA, desde siempre y hasta ahora. ¡En medio de luces y tinieblas; en medio de “renglones torcidos”; en medio de pecado y santidad; en medio de miseria humana y Gracia!: ¡JESUCRISTO ESTUVO, ESTÁ y ESTARÁ, y ACTUÓ, SIGUE ACTUANDO y ACTUARÁ! ¡ÉL ES FIEL A SU ESPOSA, la IGLESIA!, y ¡nosotros SABEMOS EN QUIÉN CONFIAMOS!…

Ahora bien, este DOCUMENTO no es un “ladrillo” de teoría ni de análisis y reflexión, solamente. Es fruto sí, del trabajo de la “COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL”, compuesta por personas de acreditada y acrisolada Formación, pero con CORAZÓN y MIRADA ECLESIAL. Todos los que forjaron este DOCUMENTO, son también personas de amor a JESUCRISTO, con mucha vivencia espiritual, y de compromiso y experiencia eclesiales. Por ello, es un texto TEOLÓGICO-PASTORAL-ECLESIAL, que se circunscribe dentro del llamado, propuesta y necesidad-urgencia de una ¡NUEVA EVANGELIZACIÓN! o, más bien me atrevo a decir: ¡RE EVANGELIZACIÓN!, pues nuestros tiempos del ya conocido por todos: cristianismo, están hoy languideciendo y licuándose, y clamando –desde el ateísmo y paganismo imperantes-, por una ¡URGENCIA EVANGELIZADORA MISIONERA!

Con todos estos presupuestos, sus autores nos recuerdan que: la SINODALIDAD no es una nueva moda u ocurrencia en la Iglesia Católica. Nos refrescan esa SINODALIDAD como una DIMENSIÓN CONSTITUTIVA de la IGLESIA, y ¡DESDE SUS ORÍGENES! Hemos sido nosotros, muchas veces, como la COMISIÓN nos lo recuerda, quienes hemos ido olvidando, abandonando, despreciando, confundiendo, desvirtuando, licuando… esta SINODALIDAD ECLESIAL, y eso nos ha ido empobreciendo, “estrechándonos”, anquilosándonos, y alejándonos de nuestra esencia-identidad y misión. Y, muchas veces, nos hemos ido contentando y conformando (porque es más cómodo, fácil y rápido), en y con dar las “migajas” y no la SUSTANCIA… Ya iremos recorriendo más y mejor esto, en la presente Publicación.

Cuando el DOCUMENTO arranca analizando, el término SÍNODO-SINODALIDAD, lo enlaza y emparienta con el término griego: KAIRÓS (= momento, hora, instante, modo clave, crucial, definitorio y distintivo de y para algo). Esta SINODALIDAD-KAIRÓS, justamente hunde su matriz, en la experiencia eclesial más temprana y remota, incluso se nutre del “Antiguo Testamento”: YAVHÉ ELIGE, CONVOCA y CONDUCE a SU PUEBLO, que se REÚNE y PEREGRINA, y DELIBERA, EN SU NOMBRE y CON SU CONDUCCIÓN. Es en esos momentos y encuentros de ISRAEL y de la COMUNIDAD CRISTIANA, cuando y donde se da ese KAIRÓS, que es ¡DE DIOS, DE SU PRESENCIA e INTERVENCIÓN SALVÍFICA!

Ya, desde los primeros tiempos de la IGLESIA, había ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS, llamadas “SÍNODO”, para discernir, a la luz de la “Palabra de Dios” y escuchando al ESPÍRITU SANTO, las cuestiones doctrinales, litúrgicas, canónicas y pastorales, que iban apareciendo periódicamente.

Esta SINODALIDAD era vivida, desde siempre, en y con la conciencia y experiencia de CORRESPONSABILIDAD y PARTICIPACIÓN de TODO el PUEBLO de DIOS EN LA VIDA y la MISIÓN de la IGLESIA, y ello es fruto del regalo del ¡SACRAMENTO del BAUTISMO! Pero, juntamente con esto, igualmente estuvo presente, siempre, el concepto y vivencia de la COLEGIALIDAD.

Toda auténtica manifestación de SINODALIDAD, exige por su naturaleza, el ejercicio del MINISTERIO COLEGIAL de los OBISPOS: SUCESORES de los APÓSTOLES.

Quedaba y queda, así, suficientemente sólida y salvada la COMUNIÓN ECLESIAL. Una COMUNIÓN que es UNIDAD, pero no unicidad, porque ella es fruto de la acción del ESPÍRITU SANTO que JESÚS derramó en SU IGLESIA, para fecundar SU MISTERIO PASCUAL con la riqueza de la DIVERSIDAD de dones y carismas. Éstos, justamente, para EDIFICAR –CON y DESDE DIOS-, la PARTICIPACIÓN en la VIDA TRINITARIA: TRES PERSONAS DISTINTAS, UN SOLO DIOS VERDADERO, REVELADO EN JESUCRISTO. ¡COMUNIÓN EN LA UNIDAD y en la DIVERSIDAD! ¡ÉSE ES EL MODO DE SER y DE OBRAR DEL SEÑOR!

Si bien la SINODALIDAD es una cualidad y dinámica propias de la IGLESIA, desde siempre, es desde el “CONCILIO VATICANO II” que esta conciencia se ha ido acrecentando y madurando cada vez más, en la experiencia, y en la mente, alma y corazón de los fieles bautizados.

Si recorréis el DOCUMENTO, y lo “rumiáis” mucho interiormente –degustándolo-, os iluminará sobradamente ese CAPÍTULO I, en el cual va haciendo una exposición bastante minuciosa, profunda y bella, de este tema de la SINODALIDAD en la ESCRITURA, la TRADICIÓN y la HISTORIA DE LA IGLESIA. Son números ¡imperdibles! para vuestra lectura: ¡textos bíblicos maravillosos!, tanto del “Antiguo Testamento” como del “Nuevo Testamento”.

Junto con esto, el DOCUMENTO nos renueva la memoria del ORIGEN APOSTÓLICO de la SINODALIDAD, ya mediante ese “Concilio de Jerusalén”, con la presencia de los APÓSTOLES SAN PEDRO y SAN PABLO, y el resto del COLEGIO de los APÓSTOLES, con la comunidad, dirimiendo –a la luz de la “Palabra de Dios” y del Misterio de la Persona y Misión de JESUCRISTO-, una cuestión y problemática esencial, en aquella IGLESIA incipiente. Pero, además, nos refrescamos en nuestra memoria, de aquellos que –en la PATRÍSTICA: ¡los SANTOS PADRES! de esa Iglesia emergente-, nos legaron doctrina, práctica y vida de la SINODALIDAD. Son numerosos los ejemplos, que este DOCUMENTO nos explicita sobre ellos, al igual que hace con la evolución de la doctrina y vivencia de la SINODALIDAD, en los siglos siguientes, tanto en ORIENTE como en OCCIDENTE. No os lo voy a explicitar acá, porque desmerecería y empobrecería vuestra propia lectura. ¡Son páginas que os invito, encarecidamente, a leerlas!, ¡no os las perdáis! Además –creo humildemente- que, con esos aportes, conoceréis (quizás, si no lo sabéis ya), mucho más y mejor sobre la VERDADERA HISTORIA de la IGLESIA. Porque, convengamos que: ¡sigue habiendo mucha ignorancia, fake news, mala fe, ideologías, y charlatanería, sobre la IGLESIA y su HISTORIA!, incluso entre los mismos creyentes.

 Me encantó esa parte de este DOCUMENTO, porque –entre muchas cosas-, disfruté mucho de DIOS, por SU OBRA salvífica y transformadora ¡aún con palos en las ruedas!, ¡aún con nuestros trompicones pecaminosos, imperfectos y limitados! ¡La IGLESIA ES DE CRISTO, NO NUESTRA! Nosotros somos siervos inútiles, para ¡tan magna tarea!: aun así: ¡ÉL SIGUE OBRANDO!

Disfruté también por el realismo, objetividad y sinceridad de esta COMISIÓN, al exponer –y resaltar-, ciertas falencias, tropiezos, peligros, y errores también, en esta doctrina y vivencia de la SINODALIDAD eclesial. Por ejemplo, cuando analiza lo que produjo la llamada “Paz Imperial”: el Emperador Constantino “oficializa” el cristianismo. Así, acaban las persecuciones y los martirios, y la Iglesia es libre para evangelizar. Lógicamente, esto fue una solución radical a esa tragedia eclesial que sufríamos. Más tarde, la “Reforma Gregoriana”, profundizó y fortaleció este carácter de autoridad y primacía de la Iglesia Institucional, reafirmando más la autoridad primacial del Papa. Lo beneficioso de todo esto referido, fue que los OBISPOS fueron liberados de la subordinación al Emperador. El carisma e institución jerárquicos, sobre todo el Papal (las semillas del “Césaropapismo”), se fortalecieron absolutamente, trayendo como peligro el debilitamiento de la conciencia de las Iglesias locales. Demasiado acento en lo Jerárquico, y debilitamiento de la participación y comunión de los demás miembros de las comunidades eclesiales. Si me vais siguiendo, queridos lectores, entenderéis que –mucho de esto-, fue derivando en esos grandes y graves males, que sufrimos incluso todavía en nuestros tiempos: el CLERICALISMO y el NEPOTISMO.

Algo bueno de esto fue que, evolucionando la IGLESIA, tiempos más tarde, experimentó cada vez más al reafirmarse, su identidad y esencia. Por ello, desplaza el Poder Político –al que estuvo atada y sometida, durante el dominio de los Romanos-, recortándole Poder. Hubo también, varios SÍNODOS y CONCILIOS, que fueron como “autorictas”, porque solidificaron la doctrina y vivencia de la IGLESIA, en su condición JERÁRQUICA, con el PAPA, los PASTORES y el PUEBLO DE DIOS. Ello fue MUY esencial e importante frente a la “Reforma Protestante”, sobre todo respecto de las premisas y postura de MARTHIN LUTERO, y de numerosas vertientes del pensamiento moderno, contrarias a los fundamentos del DEPÓSITO de la FE, en las “Sagradas Escrituras”, la “Tradición” y el “Magisterio de la Iglesia” hasta entonces. De ahí que, el DOCUMENTO nos recuerde la importancia del CONCILIO de TRENTO, que realmente no fue sólo dogmático, sino muy pastoral: ¡la IGLESIA como tal, estaba en juego!

Una vez más, podemos constatar cómo la IGLESIA asume un modo de ser y de obrar, según los “signos de los tiempos”, según la situación de cada momento particular. No por pragmatismo ni conveniencias, sino por esa dimensión encarnacionista, en el tiempo y la Historia, que le vienen dadas por el mismo JESUCRISTO: DIOS HECHO HOMBRE, DIOS HECHO TIEMPO, DIOS HECHO CONCRETO, DIOS HECHO MATERIA, DIOS ENCARNADO EN UN ESPACIO GEOGRÁFICO: nuestro MUNDO, y ése de su época. No se identifica con todo ello, y la Iglesia tampoco debe hacerlo. Pero, por la dimensión ENCARNACIONISTA, es ABRAZAR TODO ESO, y DESDE TODO ESO: TRASCENDERLO, TRANSFORMARLO, SALVARLO y ELEVARLO. La IGLESIA, como ESPOSA DE CRISTO, está llamada a ser y vivir como ÉL.

Os invito, y esta vez lo hago con marcada insistencia, que “rumiéis” mucho interiormente, en vuestra lectura, esos números 35 en adelante, hasta el 41, inclusive. En ellos, podréis contemplar todo eso a lo que os he hecho –muy sintéticamente-, referencia. Os ilustraréis también en cómo se vive la SINODALIDAD en otras “Confesiones Eclesiales Cristianas”, como los LUTERANOS, CALVINISTAS, ANGLICANOS, ORTODOXOS. Os refrescaréis la memoria, con los valiosísimos y fecundos aportes a ello, de TEÓLOGOS, el CONCILIO VATICANO I y el II, y la doctrina-enseñanza y pastoreo del MAGISTERIO DE LA IGLESIA, hasta nuestros PAPAS más recientes. Son párrafos ¡imperdibles!, y de constatar ¡cuánto y cómo todo ese tesoro es patrimonio y “eco” en nuestra Iglesia actual! El DOCUMENTO, va peregrinando –paso a paso-, cómo se va dando todo progresiva y maduramente, por etapas, procesos y estratos, a lo largo de tantos siglos en nuestra Madre la Iglesia Católica. Disfrutamos contemplando, realmente, la sabia, paciente y “pertinazmente amorosa testarudez” de la Providencia de DIOS. ÉL va conduciendo Su IGLESIA, la va guiando (¡a pesar de todo!), para que ella no dé pasos en falso. Adaptándose, en esa evolutiva madurez, pero NUNCA perdiendo LO ESENCIAL. Es en este peregrinaje, donde nace esta Institución eclesial –gracias al GRAN Papa SAN PAULO VI-, llamada: “SÍNODO DE LOS OBISPOS”.

Fundamentado en el Capítulo I, el DOCUMENTO nos regala toda una TEOLOGÍA DE LA SINODALIDAD.

Ella arranca en nuestro BAUTISMO, que nos INJERTA EN la SANTÍSIMA TRINIDAD y en el MISTERIO de la IGLESIA. Aquí está la raíz de nuestra identidad, esencia y misión. De este MISTERIO participamos TODOS los BAUTIZADOS. De, en, por y para esto somos y vivimos, no por nuestros méritos, elección y decisión nuestras, sino por la exclusiva, libre y gratuita INICIATIVA DIVINA, que nos ha llamado, escogido, nombrado y enviado POR SU AMOR. ¡TODO NACE DE ÉL, NO DE NOSOTROS! ¡”TODO ES GRACIA”! No somos IGLESIA SANTA, CATÓLICA y APOSTÓLICA por decisión y méritos nuestros. En este DOCUMENTO, se nos recuerda ¡muy bien! en qué consiste esto. Y se nos insiste en que esa PARTICIPACIÓN, COMUNIÓN y UNIDAD se plasman, alimentan, refuerzan, expresan y envían a la misión: ¡en y por la EUCARISTÍA! La SINODALIDAD, entonces, tiene su fuente y culmen, en la CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, y EN EL COMER EL CUERPO DE CRISTO y BEBER SU SANGRE. Es la EUCARISTÍA, entonces, la que –por excelencia-, representa y realiza visiblemente, la pertenencia al CUERPO DE CRISTO y la CO PERTENENCIA ENTRE LOS CRISTIANOS. Es en torno a este SACRAMENTO, que nosotros –como Iglesias locales-, nos constituimos y encontramos en la UNIDAD de la ÚNICA IGLESIA: LA DE JESUCRISTO.

Pero hay más, en estos presupuestos teológicos. Por la ENCARNACIÓN, la IGLESIA también tiene carácter PEREGRINO: su camino es CRISTO MISMO, como Aquél que asumió y expresó la dimensión social, histórica y misionera. ¡No fuimos bautizados para ser cristianos “de sacristía”! La IGLESIA lleva inserta, en su carisma, ese “grito” de JESÚS: ¡”ID”! El Señor no nos indicó que, los demás “VENGAN”. El PAPA FRANCISCO insiste mucho siempre, en una expresión: “IGLESIA EN SALIDA”. ¡Sobre todo a las “PERIFERIAS EXISTENCIALES”! Esto nos coloca en la SINODALIDAD, dialogal-“lectora”-participativa. La IGLESIA camina con CRISTO, por medio de CRISTO y en CRISTO. Por tanto, la SINODALIDAD es la forma histórica de ese caminar eclesial, en comunión hasta el reposo final. Somos “gente de paso” y “extranjeros” en el mundo, marcados por el don y la responsabilidad de anunciar a todos el Evangelio del Reino. Este peregrinar SINODAL, implica ¡por supuesto!, la COMUNIÓN EN la TRADICIÓN VIVA de la FE, de las diversas Iglesias locales entre ellas y con la Iglesia de Roma. ¡Como lo fue desde los inicios de la época Apostólica!

Una TEOLOGÍA SINODAL resalta la riqueza de un principio esencial: la COMUNIÓN. Una COMUNIÓN (como lo recuerda la “Constitución Dogmática Conciliar: Lumen Gentium”), que es MISTERIO DE LA IGLESIA; PUEBLO DE DIOS y CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA, concebida esta última como conciencia y misión de SERVICIO al PUEBLO DE DIOS; como carisma de autoridad de “ministros” = administradores = servidores de sus hermanos, los hijos del Pueblo de Dios, siendo, sintiéndose y obrando como “los más pequeños entre todos”.

No es, por tanto, una uniformidad ni una unicidad. Es una UNIDAD fruto de la COMUNIÓN. Y ésta es el sello y la expresión, el objetivo y el motor, de la SINODALIDAD. Sin COMUNIÓN, NO HAY SINODALIDAD.

Como resultado de esta autoconsciencia y vivencia, nos damos cuenta de que no somos entidades aisladas, empezando por las Iglesias locales. Nuestras Iglesias diocesanas, parroquiales, etc., no son “sucursales” ni “chiringuitos” de la Iglesia. Ellas manifiestan, evidentemente, la CATOLICIDAD = UNIVERSALIDAD de la IGLESIA INDIVISA. Es el Ministerio de PEDRO, el que garantiza y protege esas diferencias legítimas, y simultáneamente vigila-vela para que las diferencias sirvan para construir la UNIDAD-COMUNIÓN, en vez de dañarla. ¡Nunca debe perderse de vista esto en la SINODALIDAD! Ella entraña y dinamiza un mecanismo de COMUNIÓN DIALOGAL-PARTICIPATIVA, en el cual se combinan y enriquecen: el “sensus fidei” de la “universitas fidelium” (TODOS los BAUTIZADOS), el Ministerio Pastoral de guía y cuidado del “Colegio de los Obispos” (ALGUNOS), y el Ministerio de UNIDAD del Obispo y del PAPA (UNO). Resultan así, conjugados –en la dinámica SINODAL-, el aspecto COMUNITARIO que incluye a TODO el PUEBLO DE DIOS; la dimensión COLEGIAL relativa al ejercicio del MINISTERIO EPISCOPAL; y el MINISTERIO PRIMACIAL PETRINO DEL OBISPO DE ROMA: el PAPA. Sólo así, con estas notas esencialmente características, podemos hablar y trabajar en clave de SINODALIDAD. Es una PARTICIPACIÓN y AUTORIDAD, temas que –clara y suficientemente-, este DOCUMENTO explicita en los números 67 al 70, y que os invito a leer con puntillosa atención, más aún todavía: los ítems a, b y c del número 70.

En el Capítulo III, el DOCUMENTO se nutre –sobre todo-, de la ECLESIOLOGÍA TEOLÓGICA del “Concilio Vaticano II”. Se explaya, detenida y detalladamente, en los muchos servicios-sujetos-estructuras-procesos y acontecimientos que construyen la SINODALIDAD. Para eso, profusamente explora y expone sobre: los LAICOS; las COMUNIDADES DE VIDA CONSAGRADA; los MOVIMIENTOS; las NUEVAS COMUNIDADES ECLESIALES; los TEÓLOGOS; y -¡por supuesto!- la: IGLESIA PARTICULAR (la DIÓCESIS); la PARROQUIA; los CONCILIOS PARTICULARES; las CONFERENCIAS EPISCOPALES nacionales, regionales y continentales; los SÍNODOS; el COLEGIO EPISCOPAL (Episcopados nacionales, regionales y continentales); el CONCILIO ECUMÉNICO; el SÍNODO DE LOS OBISPOS; el COLEGIO DE LOS CARDENALES, y la CURIA ROMANA. Este Capítulo 3 es una verdadera Catequesis –sintéticamente ilustrativa, pero sustanciosamente doctrinal-, sobre todas estas instancias, individuales y colectivo-participativas, bastante desconocidas, por gran parte de los creyentes, respecto a qué son y cuál es su misión dentro de esta diversidad de comunión eclesial. Incluso muchos, tienen concepciones tergiversadas y hasta incorrectas de todo ello.

Es MUY valioso que este DOCUMENTO despliegue estos temas, sobre todo porque nos recuerda la dimensión, esencia y misión teológico-pastoral-evangelizadora, de todas estas estructuras, servicios, instituciones y sujetos eclesiales. No forman parte ni existen, como una organización empresarial, de actividades motivadas y lanzadas a objetivos meramente humanos, sociales, filantrópicos, de funcionamiento-cumplimiento-realización-obtención de actividades y objetivos. La IGLESIA, en su SER y en TODO su HACER: NO ES UNA O.N.G. Y esto, en la SINODALIDAD, ¡nunca jamás hay que perderlo de vista! SOMOS IGLESIA, NO LA LOABLE “CRUZ ROJA” NI UNA EMPRESA. Todas nuestras estructuras e instituciones son para la PASTORAL y el SERVICIO QUE ELLA CONLLEVA.

De ahí entonces que, la VIDA SINODAL EN ELLAS, deba ser vivida en: una atenta escucha del ESPÍRITU SANTO; una FIDELIDAD a la DOCTRINA de la IGLESIA, y así –por los diferentes procesos de ellas-, obtener el don de la “lectura de los Signos de los Tiempos”, para ir respondiendo –con creatividad y fervor misionero-, a los diversos desafíos de la realidad. Ello permitirá –en ese peregrinaje progresivo-, ir detectando y activando los diversos instrumentos más adecuados, para la participación ordenada de todos; intercambiando los diversos dones; e ir creando una eficaz planificación de la misión. Incluso, este proceso permitirá –a la luz del “Concilio Vaticano II”-, estar abiertos a la creación de nuevas estructuras. Pero no para organizarse mejor, sino para EVANGELIZAR y PASTOREAR AL MODO DE JESUCRISTO.

Conforme a ello, los organismos-agentes-estructuras, deben permanecer conectados con lo “bajo”, es decir: partir desde la gente; desde sus problemas, necesidades, búsquedas, anhelos, dolores-gozos y alegrías, y todas esas vivencias cotidianas. ¡Como lo hacía JESÚS!, y como lo hicieron ¡los APÓSTOLES, los SANTOS y TANTOS a lo largo de la Historia de la Iglesia! Es ÉSA la realidad que hay que evangelizar; en la que hay que encarnarse, para que –“ALLÍ”- pueda ser anunciado JESÚS y su propuesta redentora y transformadora.

Todas estas instancias y agentes institucionales de la IGLESIA, reunidos por y en JESUCRISTO que los convoca, no son un conjunto de funcionarios, reunidos y trabajando, como personal de oficina y despachos, sino que son BAUTIZADOS, llamados por CRISTO –como fue en la Comunidad Apostólica y en la Iglesia primitiva-, que DISCIERNEN – a la luz del ESPÍRITU SANTO-, como COMUNIDAD de PUEBLO DE DIOS y JERARQUÍA, en y para la COMUNIÓN y UNIDAD, todo aquello que se refiere a la vida cristiana, el Evangelio, el Depósito de la Fe…, encarnados, vividos e iluminados en el hoy concreto eclesial, para seguir siendo camino evangelizador, santificador y salvador: AGGIORNADOS (NO “MODERNIZADOS”).

El PUEBLO DE DIOS = TODOS LOS BAUTIZADOS, EN COMUNIÓN CON LA JERARQUÍA, y ÉSTA EN COMUNIÓN ENTRE SÍ y CON EL PRIMADO DE PEDRO: el PAPA. ¡No hay otro sendero ni modo de construir y vivir la SINODALIDAD!

Además, el DOCUMENTO nos recuerda e insiste, en ese carácter de AYUDA a los OBISPOS y-por ende-, al PAPA, que tienen y deben tener siempre estas estructuras, instancias y sujetos, en la comunidad de la IGLESIA. TODAS ELLAS existen para la PASTORAL y, por consiguiente, para APORTAR, COLABORAR, CONSTRUIR-EDIFICAR = ¡AYUDAR!

Para vivir en esta identidad, dinámica y estilo de ser-hacer-vivir SINODAL, en el Capítulo IV el DOCUMENTO nos plantea que –sin CONVERSIÓN-, no hay ni habrá SINODALIDAD ¡RENOVADA!

Esta CONVERSIÓN eclesial –personal y comunitaria-, debe traducirse en una CONVERSIÓN ¡PASTORAL! Ello implicará un giro, para purificarnos de las “migajas” y el “polvillo” amontonado que, muchas veces –y por nuestra culpa-, arrastramos, repartimos, predicamos, ensuciando, e impidiendo descubrir, compartir y entregar a todos: la “sustancia”. Esta CONVERSIÓN, queridos lectores y amigos, es para que –siempre siga brillando y creciendo-: ¡LO ESENCIAL!, en nuestra EVANGELIZACIÓN y TRANSFORMACIÓN del HOMBRE, la CREACIÓN, y el MUNDO. ¡Pecamos demasiado de “entretenernos” y dispersarnos en las “migajas”, y nos despistamos y alejamos –y también confundimos, mezclamos y licuamos-, TODO LO QUE ES LO ESENCIAL, SOBRE TODO: ¡AL ÚNICO ESENCIAL: JESUCRISTO!

La CONVERSIÓN SINODAL para ser PASTORAL, exige superar muchos paradigmas, todavía muy frecuentes en nuestra cultura eclesiástica, porque son expresión de una comprensión de la IGLESIA no renovada por la ECLESIOLOGÍA de COMUNIÓN. ¡Mucha atención a esto! Nuestra IGLESIA, debe ir peregrinando, paso a paso, en esa superación, por ejemplo de: la concentración de la responsabilidad –casi exclusivamente- de la misión, en el Ministerio de los Pastores; el insuficiente aprecio de la Vida Consagrada y de la diversidad de dones carismáticos, derramados en la Iglesia; la escasa valoración (y hasta desconfianza, y desprecio) del aporte específico cualificado –en sus ámbitos de competencia- ¡de mucha gente de dentro, y también de fuera, diría yo (porqué no), de la Iglesia!, sobre todo de los laicos, y –dentro de ellos-: las mujeres. ¡Padecemos de demasiado CLERICALISMO todavía! Aunque, no nos confundamos tampoco: ¡No se trata de “CLERICALIZAR” al LAICADO, y las MUJERES!

Esta CONVERSIÓN SINODAL-PASTORAL, debe nutrirse, abrirse y expresarse en la CULTURA DEL ENCUENTRO = DIÁLOGO, APERTURA, ESCUCHA e INTEGRACIÓN. Todo ello forjado en una ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN. La IGLESIA debe ser la “CASA y la ESCUELA de la COMUNIÓN”. Esto no se logra, ni se acrecienta, sin una ESPIRITUALIDAD, de conversión del corazón y de la mente (¡interior! No meros “cambios”, “modas” y “fachadas”-lo exterior); de ESCUCHA de DIOS en Su PALABRA, en Su IGLESIA y en los “SIGNOS de los TIEMPOS” en los que DIOS habla por la realidad y los Hombres; de un camino y estilo de vida de ascesis, fruto de la acogida y de la escucha recíproca… No se trata, por tanto, de simples mecanismos exteriores de comunión (un “mostrar” unidad y comunión, sólo visibilidad “exterior”), pues ellos pueden transformarse en simples MÁSCARAS SIN CORAZÓN NI ROSTRO.

Una ESPIRITUALIDAD SINODAL-PASTORAL, que es fruto de una espiritualidad ¡VIVIDA! y no “practicada”; no es un puro “hacer”, sino un SER INTERIOR CENTRADO EN LO ESENCIAL: ¡DIOS, EL ESENCIAL! Esta ESPIRITUALIDAD, que debe tener como CENTRALIDAD ESENCIAL y ABSOLUTA a la ¡EUCARISTÍA!, es el fundamento y pulmón de toda la SINODALIDAD PASTORAL. De perder esta conciencia y vivencia, solamente seríamos una (buena y eficaz) O.N.G. o grupo humanitario-filantrópico, nada más.

La ESPIRITUALIDAD SINODAL de COMUNIÓN es ¡gracias a la SANTÍSIMA TRINIDAD presente en la IGLESIA!, y ¡ACTUANDO SIEMPRE EN ELLA! Esto provoca, tal vitalidad y dinamismo, que deben ser vividos y expresados en: la RECONCILIACIÓN, la ESCUCHA de la PALABRA de DIOS, la COMUNIÓN SACRAMENTAL EUCARÍSTICA y la MISIÓN. ¡”ID”, no que “vengan”!

Es una ESPIRITUALIDAD que –como ya nos lo propone el Patriarca y Abad ¡SAN BENITO!, en su “SANTA REGLA MONÁSTICA”-, nos debe llevar –al modo cómo lo hizo JESUCRISTO-, a: ¡ESCUCHAR HASTA AL MÁS PEQUEÑO, MENOS IMPORTANTE, ESE CASI INSIGNIFICANTE, de la COMUNIDAD! ¡DIOS HABLA TAMBIÉN “ALLÍ”!

Este ESCUCHAR SINODAL-PASTORAL, es DIALOGANTE, y por ello exige una actitud esencial: ¡la HUMILDAD! Una HUMILDAD enraizada en la “kénosis” = abajamiento de JESUCRISTO, para abrirnos a la llamada a sentir, pensar y discernir –juntos: en COMUNIÓN-, la VOLUNTAD DE DIOS, en ese seguimiento del Maestro y Señor. Pero, también implica un DISCERNIMIENTO COMUNITARIO, siendo CONTEMPLATIVOS de la “Palabra de Dios” y de Jesucristo. En una experiencia –personal y comunitaria- de ORACIÓN, MEDITACIÓN, REFLEXIÓN y de ESTUDIO, para ¡ESCUCHAR la VOZ del ESPÍRITU!; en una vivencia de un DIÁLOGO SINCERO, SERENO y OBJETIVO (no de mi “YO” como absoluto poseedor de la verdad, subjetiva), con TODOS los hermanos y hermanas, atendiendo a las experiencias y problemas reales de cada comunidad y de cada situación (no para ser “acomodaticios”, sino PASTORES); en un INTERCAMBIO de los DONES; y en una CONVERGENCIA de todas las energías, en vista a la edificación del Cuerpo de Cristo: SU IGLESIA, y del ANUNCIO del EVANGELIO. Todo ello vivido, y acrecentado, en esa PURIFICACIÓN de los afectos y pensamientos, que permite entender la VOLUNTAD de DIOS, para así buscar la liberación evangélica de cualquier obstáculo que pueda impedir la apertura al ESPÍRITU. El DOCUMENTO, con esto, nos remarca esa ESENCIAL ¡SUPERACIÓN de las SUBJETIVIDADES!

Como no podía ni debía ser de otra manera, en este punto llegamos a algo prioritario en esta ESPIRITUALIDAD de COMUNIÓN SINODAL-PASTORAL: el CAMINO del DIÁLOGO, ENCUENTRO y COMPARTIR ¡ECUMÉNICOS! Él nos permite el intercambio de dones, para enriquecimiento mutuo, en orden a seguir peregrinando hacia la unidad. Una UNIDAD como armonía reconciliada de las inagotables riquezas del MISTERIO de CRISTO, reflejadas en la belleza del rostro de la IGLESIA, la ÚNICA ESPOSA de CRISTO.

Pero hay más: esta ESPIRITUALIDAD de COMUNIÓN SINODAL-PASTORAL, lleva –y debe acrecentar- esa impronta indeleblemente evangélica-, de la ¡DIACONÍA SOCIAL!, traducida en un COMPARTIR CON TODOS, siendo SERVIDORES y AUXILIO de TODOS: promoviendo una VIDA SOCIAL-ECONÓMICA y POLÍTICA de los pueblos, bajo el signo EVANGÉLICO de: la JUSTICIA, la SOLIDARIDAD y la PAZ.

DIOS, EN y POR CRISTO, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los Hombres. UNA HUMANIDAD MÁS DIGNAMENTE HUMANA, ES MÁS EVANGÉLICA. Para ello, ese DIÁLOGO-ESCUCHA-ENCUENTRO debe buscar y concretar soluciones compartidas y eficaces, en quienes estamos empeñados en construir la PAZ, la JUSTICIA y la CONVIVENCIA MÁS HUMANA. Requiere un COMPROMISO CONCRETO, PRIORITARIO e IMPERATIVO de ESCUCHAR el “clamor de los pobres”; de trabajar por el DESTINO UNIVERSAL de los BIENES; por el primado de la SOLIDARIDAD, y por el CUIDADO de la CASA COMÚN DE TODOS: la CREACIÓN.

En la CONCLUSIÓN, el DOCUMENTO nos ofrece la necesidad –y me atrevería yo a decir: la URGENCIA-, de caminar juntos –en esto de la SINODALIDAD-, en la ¡PARRESÍA del ESPÍRITU! Sinceramente, cuando leí esta parte, no pude evitar pensar –y contemplar mucho, y cuestionarme, y agradecer, y bendecir a Dios-, el infinito tesoro de la IGLESIA, en y con sus ¡SANTOS, MÁRTIRES, MISIONEROS… y TANTOS cristianos que vivieron y viven esta PARRESÍA! Sabemos el significado de esta palabra, y entiendo perfectamente, por qué el DOCUMENTO la rescata y refuerza al hablarnos (al final), de ella. ¡Es que es imposible la SINODALIDAD sin PARRESÍA! Vivimos tiempos en que ¡urge! hablar y proclamar SIN MIEDO, CON ATREVIMIENTO, CON LA VERDAD EN NUESTROS LABIOS. Esta PARRESÍA es y permite la ¡MANIFESTACIÓN y REVELACIÓN PLENAS! Dicha URGENCIA, me retrotrae a eso ¡tan maravilloso y fecundo, como tesoro y legado eclesial!, del ¡FERVOR MISIONERO! ¡el CELO APOSTÓLICO! Y vuelve a renovarme en aquellas palabras de JESÚS:

¡”NO TENGÁIS MIEDO”!…

Que la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS, y MADRE NUESTRA y de la IGLESIA, nos auxilie, acompañe, fortalezca y haga fecundos, en esta conciencia y vivencia de la ¡SINODALIDAD!… ¡QUIÉN COMO ELLA!…

Hasta la próxima, amigos.

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