PELÍCULA: “DRIVE MY CAR”. (2021).

Recoger el pasado, en el viaje de la vida, y sanarlo, con los otros…

El ARTE es poderosa inspiración, pero también es poderosa vinculación con la vida. Y esta ¡increíble! película, vuelve a recordárnoslo. El CINE JAPONÉS, con una sencillez abrumadoramente profunda y sustancial, nos dejó ¡mudos! al contemplar, esta OBRA MAESTRA del “Lenguaje Audiovisual Cinematográfico”, y del poder sanador de ese contar historias. ¡Oh, amada LITERATURA; y oh, CINE que nos muestras la maravilla del universo de las palabras! Si hay un film que, en los últimos años, destila perfección en lo narrativo, y en lo fílmico: ése es ¡DRIVE MY CAR! Un verdadero ¡prodigio!, sobre todo para quien tiene alma de cinéfilo, de artista, de cultor de la BUENA Literatura.

El GUIÓN, es una ¡brillante! adaptación del relato corto y homónimo (que está dentro de su libro “Hombres sin mujeres”, de 2014), del “Premio Princesa de Asturias de las Letras” (para octubre 2023): el japonés HARUKI MURAKAMI. Siempre he sostenido la enorme dificultad y riesgo, que entraña llevar un texto literario a la pantalla. Es MUY complejo, pero también enriquecedor. No siempre sale bien, para la Obra Literaria y/o para el film. El peligro es mayor, cuando se está ante un texto de ¡tanta! densidad y profundidad “apretadas” y “vivientes”; y con ¡tanta! subtextualidad, contextualidad y convergencia de discursos varios, como es este cuento de MURAKAMI. De ahí que elogio, sobradamente, la Maestría del DIRECTOR y COGUIONISTA, japonés, de la película: RYUSUKE HAMAGUCHI.

Toda esta película pivota en torno a la solidez, férrea y creativa a la vez, del GUIÓN y de las ¡impresionantes! ACTUACIONES. Lo que HAGAMUCHI logró captar y adaptar –del texto original-, es el regalo de un prodigio –“a fuego lento”-. Gracias a ello –más que una road movie-, lo que experimentamos es un “dejarnos llevar”, un “transportarnos” peregrinando interiormente (como esos personajes). Topamos con la riqueza literaria y fílmica, de un relato y trama, de inspiración, amor y dolor; junto con unos personajes heridos, y que se exponen vulnerables en busca de su propio relato, uno que les traiga paz. Riega todo lo que contemplamos, una intensidad “apretada” in crescendo; una profundidad y emotividad conmovedoras; un desgarro doloroso, desnudo y realista. Aunque ¡bellamente poético, estilístico y estético! No hay golpes bajos ni sensiblería, pero sí hondísima humanidad y sensibilidad exquisitas. HAGAMUCHI nos regala, una película dura, cruda, honesta, pero de mucha belleza visual, y cargada de sensaciones.

Se nos ofrece la vida, como ese viaje y peregrinaje, en el que hacemos procesos personales, en los que –siempre-, recogemos-abrazamos el pasado, y vivimos hacia adelante, CON ESE PASADO. Si hay algo potente, en este film, es justamente eso: la historia personal-el pasado, de cada uno. ¡TODOS tenemos un “ayer”! Lo esencial es, no “patearlo”, huyendo de él o negándolo o “como si no existiera” o “maquillándolo”. Se trata de “hacerse con él”, poseerlo, asumirlo, aprender de él, y “tirar para adelante”. ¡Siempre! Es que, en la vida, hay que estar ¡”arrancando” siempre!, como el coche de esta película.

A partir de textos de ANTÓN CHÉJOV y de MURAKAMI, lo que HAGAMUCHI –a lo largo de 3 horas “lentamente” contemplativas-, nos va planteando, es ese “MIRAR”; muchas veces gracias al LENGUAJE del SILENCIO, de las MIRADAS, de los GESTOS, de las SUGERENCIAS (¡hay MUCHO de todo esto en esta película! y ¡la presencia de la maravilla de la LENGUA de SIGNOS, por ejemplo!). Ese CALLAR para “ESCUCHAR”, incluso para encontrarse con aquellos que ya no están. “Los que sobreviven, siempre piensan en los muertos”. Palabras que –en el GUIÓN, la REALIDAD y la PELÍCULA-, son fruto del símbolo de un contexto pasado: HIROSHIMA. En este marco, lo vivido por los protagonistas, también se engancha, por esa experiencia de destrucción, despojo, aniquilación, horror, desgarro, pérdida, muerte y nada, que flota fantasmagóricamente, en estos personajes sufridos y desgarrados, por el DUELO y la PÉRDIDA y el SINSENTIDO. Al modo de CHÉJOV, con el TEATRO, la melancólica y triste nostalgia los inunda, pero tenemos también, la paradoja bella y profunda del ¡”TÍO VANIA”!

Esta película, así, nos obsequia la CURACIÓN del DOLOR mediante la BELLEZA y HONDURA del ARTE y, más puntualmente aún, de la LITERATURA. Ésta permite la comunión entre VIDA y ARTE; y el encuentro interpersonal y el amor, que ¡pueden brotar –sorpresivamente!-, en y desde el compartir el ARTE del TEATRO, son los reveladores del poder curativo que salva a las personas, y las hace nuevas.  Es esa CURACIÓN INTERIOR, fruto de la presencia e intercambio con LOS DEMÁS, lo que potencia y eclosiona algo nuevo.

Ya dije que el CASTING y las ACTUACIONES de esta película, son de elevada perfección, por su talento, calidad, nivel y sutilezas. Pero, un apartado especial al respecto, merecen ¡esa joven actriz principal, y su compañero en ese coche! ¡Me dejan sin palabras para valorarlos interpretativamente, por la soberbia actuación!

Respecto a la FACTURA TÉCNICA: ¡Magna Cum Laude!, en todos los recursos y aspectos del “Lenguaje Audiovisual Cinematográfico”. Al igual que la DIRECCIÓN DE ACTORES, y el DISEÑO-PRODUCCIÓN y DIRECCIÓN ARTÍSTICAS. ¡Esa media hora de la secuencia en la nieve! ¡Qué maravilla fílmica, por Dios!

Queridos amigos y lectores: si amáis el BUEN CINE, no os privéis de este film. Entiendo perfectamente, y cada vez más, porqué logró tantas meritorias Nominaciones y Premios esta película. ¡Barrió! ¡Por supuesto que os la recomiendo!, pero es CINE para contemplar paciente, sutil, serena y abiertamente a ¡tanto que nos regala!

Hasta la próxima, amigos.

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